Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’
El Peso de la Prueba, (el caso del meteorito asesino)
Así como alguna vez les traje párrafos de un libro en el que la piqueta es un arma homicida, hoy tomo otros párrafos de El Peso de la Prueba de Michael Innes, donde lo que se usa para matar (o no, según se vea) es un meteorito.
Vean estos parrafitos:
-¿Acaso el meteorito poseería un valor intríseco: un contenido de metales preciosos que lo convirtiese en objeto capaz de excitar la codicia?
-Apostaría a que no. El oro, platino y plata nunca figuran entre los integrantes de los meteoritos, excepto en cantidades despreciables. Por añadidura, este meteorito, que tuve ocasión de ver rápidamente en la tarde de ayer, es de la especie pétrea común: es improbable un alto contenido metálico…
Más adelante aún, el policia a cargo de la investigación se plantea diversos acertijos, con el meteorito como sujeto de análisis, allá van:
¿Por qué asesinaría un hombre en esta forma usando un meteorito que solamente una persona carente de instrucción podría suponer instrumento de desgracia fortuita? Porque, o bien 1) el meteorito era el objeto más manejable; o 2) era el único objeto, o 3) poseía un significado simbólico para el ejecutor y, posiblemente, para una tercera persona; o 4) este meteorito particular provocaba asociaciones calculadas para desorientar o 5) un meteorito, genéricamente considerado, provoca asociaciones calculadas para despistar. La última posibilidad es la más sutil, y Tavender parecía tenerla presente anoche en la velada. (a) Es también posible una combinación de varios de los factores arriba mencionados.
Verán que lo último que escribe Innes, es también en la dirección de la convergencia de causas. (Aclaración para Day)
La imagen que ilustra el post fue tomado del blog de Daniel Marín
Leyenda del Volcán – Miguel Angel Asturias
Hubo en un siglo un día que duró muchos siglos.
Seis hombres poblaron la Tierra de los árboles: los tres que venían en el viento y los tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres. Tres estaban escondidos en el río y sólo les veían los que venían en el viento cuando bajaban del monte a beber agua.
Seis hombres poblaron la Tierra de los árboles.
Los tres que venían en el viento correteaban en la libertad de las campiñas sembradas de maravillas.
Los tres que venían en el agua se colgaban de las ramas de los árboles copiados en el río a morder las frutas o a espantar los pájaros, que eran muchos y de todos colores. Leer el resto de esta entrada »
Chesterton y los geólogos
Uno de mis autores favoritos desde la más tierna infancia es Gilbert Keith Chesterton, de quien siempre quise aprender a mechar el humor, la ironía y la sátira en todo discurso, por muy solemne que pretenda ser.
Y en uno de sus muchos libros de misterio y crímenes, encuentro estas perlitas a través de las cuales describe él a los geólogos, con ese magistral sentido del ridículo que siempre lo caracterizó.
Nótese que el libro del cual tomé los siguientes párrafos (El cuento de Hadas) data del siglo XIX, y en ese contexto deben imaginarse los científicos a los que él, tan graciosamente, alude.
Lamentablemente no tengo una versión original, que seguramente era mejor todavía, sino una traducción, pero allá van los geólogos, vistos a través de los ojos de Lord Chesterton:
…porque debía recibir a ciertos visitantes con quienes realmente deseaba encontrarse. Eran geólogos expertos, enviados para investigar el viejo asunto de la supuesta provisión de oro procedente de las rocas de las inmediaciones; gracias a la cual, según se decía, había podido mantener tanto tiempo su crédito la pequeña ciudad- estado, y negociar con sus vecinos aun bajo el bombardeo incesante de ejércitos más poderosos. Hasta entonces no lo habían encontrado nunca ni las investigaciones más exhaustivas, que hubieran podido…
…Como quiera que fuese, la delegación de distinguidos geólogos y mineralogistas de París y de Berlín había llegado ya, con el atuendo más magnífico y adecuado, porque no hay nadie a quien guste tanto lucir sus condecoracioens como a los hombres de ciencia (como lo sabe cualquiera que haya asistido alguna vez a una velada de la Royal Society)…
Genial, ¿verdad? En premio a tan bellos párrafos, he tomado de Wikipedia una foto de su juventud, en lugar de las muchas de su edad madura, que no lo muestran para nada tan agraciado.
Ahora los dejo, disfrutando del placer de la buena lectura, hasta el lunes, cuando nos pondremos un poco (bueno, tampoco tanto) más serios, después de haber recargado baterías durante el fin de semana. un abrazo. Graciela
Ronda de los metales – Gabriela Mistral
Esta poesía de la magistral Gabriela la descubrió Dayana, y acá está para el disfrute de todos.
RONDA DE LOS METALES
Dedicada a Martha A. Salotti
Del centro de la tierra,
oyendo la señal,
los Lázaros metales
subimos a danzar.
Estábamos dormidos
y costó despertar
cuando el Señor y Dueño
llamó a su mineral.
¡Halá!, ¡Halá!
¡El Lázaro metal!
Veloz o lento bailan
los osos del metal:
el negro topa al rojo,
el blanco al azafrán.
¡Va -viene y va-
el Lázaro metal!
El cobre es arrebato,
la plata es maternal,
los hierros son Pelayos,
el oro Abderrahmán.
Baila con llamaradas
la gente mineral:
Van y vienen relámpagos
como en la tempestad.
La ronda asusta a ratos
del resplandor que da,
y silva la Anaconda
en Plata y en timbal.
¡Halá!, ¡Halá!
¡El Lázaro metal!
En las pausas del baile
quedamos a escuchar
-niños recién nacidos-
el tumbo de la mar.
Vengan los otros Lázaros
hacia su libertad;
salten las boca-minas
y lleguen a danzar.
¡Ya sube, ya,
el Lázaro metal!
Cuando relumbre toda
la cancha de metal,
la tierra vuelta llama
¡Qué linda va a volar!
Y va a subir los cielos,
en paloma pascual,
como era cuando era
en flor la Eternidad.
¡Ha la la lá!
¡El Lázaro metal!
La foto que ilustra el post fue tomada por Dayana en el mausoleo de Gabriela Mistral en Montegrande, Valle del Elqui, en Chile.
Seguramente ha sido una bella manera de iniciar el fin de semana. Un abrazo. Graciela
La piqueta geológica, un arma asesina
Hace muchos años, cuando aún era estudiante, cayó en mis manos este libro, (El primer pecado mortal, de Lawrence Sanders) que forma parte de una serie de literatura de crímenes, de las más magistralmente escritas.
Incluye una colección de pecados mortales, y hay también una serie de los distintos mandamientos, escritos por el mismo autor. Cuando leí otras cosas de él, fuera de esas dos colecciones, francamente ya no me pareció el mismo.
Pero en esta novela, el Comisario Delaney desentraña lentamente una misteriosa serie de asesinatos, cuyo autor se presenta al lector desde el comienzo mismo de la obra.
Es así, que lo atrapante no es la incógnita sobre el homicida, sino cómo se va cerrando sobre él el círculo de la investigación.
Es un análisis lento, minucioso, como la tarea de investigación en ciencia, que va sumando claves y pruebas con enorme parsimonia, pero con un claro objetivo y metodologías creativas e interdisciplinarias.
Por eso mismo es un libro tan interesante, pero además, pone a la piqueta en la picota si me permiten el juego de palabras, porque es ella el arma asesina, que deja huellas tan intrigantes como para ocupar muchas páginas del libro.
Claro, no había en el equipo de investigación un geólogo, por eso nadie podía descifrar la clara firma que dejaba el arma asesina.
Recuerdo al releer el libro, en busca de los párrafos que quiero compartir con ustedes, la acuciante sensación de impotencia, ya que, metida de lleno en la trama, deseaba gritarle a Edward Delaney: «¡Es una piqueta, ¿cómo no lo ves?!!!»
Ahora, les transcribo la secuencia de párrafos clave, a lo largo de la cual, la piqueta se va perfilando, a través de sus rastros, como arma homicida.
Un deleite para la lectura del geólogo, pero también para cualquier lego. La novela es de verdad recomendable.
La primera pista aparece en la página 106:
…-¿Una cachiporra?- preguntó uno de los detectives- ¿Un caño, tal vez?
– No creo- respondió Ferguson, sin levantar la vista- No hay machacadura ni hundimiento. Eso es pelo revuelto y sangre. Pero hay una penetración, una especie de punzadura. Un orificio de unos dos centímetros y medio de diámetro. Parece redondo. Pude meter el dedo por allí.
-¿Un martillo?- preguntó Delaney.
Ferguson se reclinó sobre sus talones.-¿Un martillo? Sí, podría ser. Depende de la profundidad de la penetración…
Mientras la investigación se va desarrollando en otros aspectos, el arma sigue siendo un misterio y en la página 120 se lee:
…-El asesinato de Lombard. No fue con un martillo.
-¿Con qué?
-No sé. La penetración en el cráneo era de ocho a diez centímetros de profundidad. Se iba estrechando en forma cónica. El orificio exterior, la entrada, tenía unos dos centímetros y medio de diámetro. Luego se afinaba hasta convertirse en un punto agudo. Como si fuera una estaca…
No me digan que cualquier geólogo no estaría ya gritando: ¡piqueta, piqueta!… No obstante, en la novela, el misterio continúa y ya en la página 136 se lee:
…El documento, de ocho páginas, tenía dos croquis de la herida externa en tamaño natural, y del perfil del cráneo humano, indicando la ubicación y forma de la penetración. Parecía un triángulo isósceles alargado. La parte externa tenía forma casi redonda, y era algo más grande que una moneda de veinticinco centavos….
Todavía mucho más adelante (página 142), el médico forense especula algo más:
…bueno, además de la impresión de que el orificio no era necesariamente de forma redonda, también me dio la sensación de que la herida se curvaba hacia abajo…
Cuando ya ha pasado un tiempo, el avance de la investigación acerca a un ayudante vocacional de Delaney a un vendedor de elementos de deportes, que da una pista mejor aún, y que el ayudante relata de esta forma, en la página 192:
…Luego le pregunté si conocía un martillo similar en el cual el pico en lugar de terminar en un borde de formón, lo hiciera en punta cónica. Me respondió que había oído hablar de un martillo así pero que nunca lo había visto (un martillo esencialmente hecho para perros cazadores de piedras, para exploradores y arqueólogos)….
Aclaro que lo de perros cazadores (hunting dogs) se suele aplicar a los coleccionistas de minerales en Estados Unidos, es decir que nos vamos acercando al descubrimiento final, y ya en la página 227, leemos:
…-Algunos- lo interrumpió Case- técnicamente, lo llaman martillo de escalada, pero todo el mundo le llama piqueta…
En este caso, es una piqueta especial, no la común de la mayor parte de los geólogos, sino la que se usa en alta montaña y muy particularmente por los glaciólogos, pero es una piqueta más de las existentes, y ya ha sido develada. Pero todavía falta la descripción final que llega en la página 232, mucho después todavía:
…juntos inspeccionaron la piqueta en el escritorio. Era igual a la de Calvin Case. La estudiaron y comentaron las características que buscaban en ella: el pico cónico, la curvatura hacia abajo, la punta afilada, la construcción total de acero…
De allí en adelante, la búsqueda del asesino toma otros carriles, pero ya la piqueta ha pasado a la historia con un papel protagónico en la literatura policial.
Espero que les haya gustado, a mí me encantó tener una excusa para volver a disfrutar una novela formidable. Los espero el lunes, con un post de contenido totalmente diferente. Un abrazo. Graciela