¿Nos llevará la pandemia de regreso a la Naturaleza?

Hoy otra vez me siento a escribir mi post acostumbrado, y no puedo abstraerme de una realidad tan apabullante como la que nos tiene atrapados hace meses en el mundo entero.

Y sobre todo porque me han planteado preguntas como la del título, en formulaciones de distintos matices, y en más de un entorno diferente. De modo que no tuve más remedio que ponerme a pensar (¡lo que puede la pandemia! ;D ) sobre el tema.

Pero debo decirles que no habiendo situaciones similares en la historia, todo lo que les diga sólo tendrá el valor de una mera especulación basada en parte en el conocimiento profesional, y en parte en el sentido común, pero sólo en eso.

Podrán decirme que ya antes hubo civilizaciones desaparecidas, que sólo fueron descubiertas mucho tiempo después, porque precisamente la naturaleza había avanzado sobre ellas dejando pocos vestigios de su existencia, pero… ninguna había alcanzado el grado de complejidad ni había modificado tanto y tan arbitrariamente el entorno como ésta a la que pertenecemos los miembros del mundo civilizado. Civilizado según lo definimos los habitantes de las grandes ciudades.

Les advierto además que probablemente nada de lo que diga aquí se relacionará con las pequeñas comunidades «primitivas» que todavía viven en algunos lugares como Oceanía, por mencionar un ejemplo. Pero creo que tampoco están ellas padeciendo esta pandemia, de modo que las dejaremos fuera de estas especulaciones. También dejaremos de lado las comunidades rurales que nunca se alejaron tanto de la vida natural. Nos centraremos en los grandes conglomerados urbanos.

¿Es posible que de prolongarse la cuarentena, la Naturaleza se reinstale con toda su fuerza?

Para pensar en cambios muy significativos debería ocurrir una extinción (tema del que ya hablé en otro post) de la especie humana, o bien una cuarentena muy extrema y de muy larga duración, cosas ambas que considero improbables. Pero podemos jugar a imaginarlas, si es que nos estamos aburriendo encerrados en casa.

Si ustedes me vienen siguiendo, ya sabrán que si bien amo la tecnología (si no no estaría blogueando desde hace casi 15 años), también disfruto la naturaleza como el mejor (o no sería geóloga), de modo que me encantaría contestar a la pregunta del título con un sí rotundo. Pero me parece poco probable una eclosión natural, aunque sí podrían sobrevenir algunos pequeños cambios que morigeraran en algo los exagerados desvíos de la vida natural, que hemos tomado en las megalópolis.

Veremos de a poco por qué pienso esto desde un punto de vista geológico, pero ya aquí puedo adelantarles que me parece que el habitante de las ciudades modernas, será el principal actor que se opondrá a ese retorno. Y a esto no lo digo como geóloga, sino como simple observadora, e inclusive haciendo mi autocrítica. ¿Cuántos de nosotros estamos de verdad dispuestos a volver a una vida muy simple y con pocas o ninguna de las comodidades de que gozamos hoy?

Y esto me recuerda a un dicho en alemán que me parece muy agudo:

Ich gehe gern ins Natur, aber nicht zu Fuβ.

Que en buen criollo significa «Voy con gusto a la Naturaleza, pero no a pie».

Y mucho me temo que mientras haya un humano ya acostumbrado a las comodidades cotidianas, todo regreso de lo indómito duraría sólo el tiempo que le tomaría a ese humano doblegarlo.

Pero supongamos un escenario (poco probable) en el que este cimbronazo cambiara abruptamente toda la mentalidad; o bien otro escenario (más improbable aún) en el que la cuarentena fuera tan larga y tan estricta como para que el normal deterioro de las cosas nos fuera conduciendo a prescindir de ellas…y nos gustara la diferencia.

Es decir, que en lo que sigue, imaginaremos a un humano tratando de armonizar con la naturaleza, en lugar de modificarla.

¿Ya comenzó a producirse el retorno de lo natural?

Se ven en las redes numerosos videos de animales salvajes o de granja, no necesariamente domésticos, que comienzan a pasear por las ciudades, despobladas de humanos. Asumo que son reales y no montajes, pero aun así, tengo mis reservas, y explico por qué.

Pienso que esos animales están tomando un merecido recreo, y que hacen «turismo» por las ciudades, pero para casi todos ellos, no son sitios habitables por largo tiempo, al menos en su estado actual. Los trae la curiosidad y la serenidad reinante, pero no hay en las ciudades ni alimento ni agua disponibles en la calidad y cantidad que se requiere para convertirse de inmediato en su hábitat permanente.

Tal vez las aves y los insectos podrían medrar rápidamente, porque sus requerimientos son menores en un caso, y por su movilidad en otro. Pero de todos modos ni unas ni otros han estado del todo ausentes en las comunidades urbanas. Estaban allí, aunque no les prestáramos la debida atención.

Ahora bien, para los animales de mayor tamaño y herbívoros, no hay en la gran mayoría de las ciudades espacios provistos de las pasturas que requieren. Sólo unos pocos pulmones verdes que no podrían alimentarlos en gran cantidad ni por mucho tiempo. Y los animales de presa, no irían donde sus presas no están.

En cuanto al agua, en casi todos los conglomerados urbanos están canalizadas con paredes lisas y abruptas que serían trampas mortales para los que quisieran asomarse a beber porque caerían en ellas y no podrían volver a salir.

Y ahora me atrevo a exteriorizar un temor muy grande que siento al ver las imágenes de ciervos, tapires, coyotes o zorros correteando por las ciudades, ¿qué pasará con ellos cuando se levanten las cuarentenas? ¿No los tomará el cambio demasiado cerca de los humanos y demasiado desprevenidos? ¿Será el hombre capaz de respetar un nuevo orden de cosas donde entienda por fin que no es el dueño exclusivo del ambiente? ¿O «festejará» su retorno a las calles «limpiándolas» de estos nuevos ocupantes, aunque sólo sean visitantes a tiempo parcial? Me aterra pensarlo.

¿De ser posible ese retorno a un estado prístino, cómo comenzaría?

Supongamos que la Naturaleza avanzara, cómo lo haría es la pregunta.

Las primeras invasiones serían probablemente de aves e insectos como ya dije, y de pequeños animales que pudieran ocupar espacios todavía poco colonizados por la vegetación. Porque la vegetación avanza primero tímidamente para facilitar la generación de suelos como expliqué en algun momento, pero para hacerse masiva, debe contar con un perfil edáfico ya más evolucionado, lo cual lleva tiempo, porque requiere procesos de pedogénesis muy complejos.

Pero por supuesto, aunque avanzaran las plantas, para volver a estados semejantes a los originales deberían irse borrando los vestigios de las ciudades. Esa tarea le correspondería a la meteorización tanto física como química, y a la subsecuente erosión. Pero eso también lleva mucho tiempo. Entre decenas y centenas o miles de años según el caso. Prueba de eso son las ruinas de antiguas civilizaciones que no terminan de desaparecer.

¿Cuánto tiempo haría falta?

Esta pregunta me lleva a una serie que veía por la tele, cuyo nombre no recuerdo y que se planteaba lo que pasaría con las ciudades si los hombres desaparecieran. Un poco lo que estamos tratando de comprender ahora, sólo que le ponía fecha a los eventos. En una semana tal cosa, en dos meses tal otra. Y a mí me causaba un poco de gracia que se pudieran imaginar un calendario. Porque la respuesta a la pregunta ¿cuánto tiempo? es una sola: depende.

Y depende de tantas cosas que es bastante absurdo intentar darle una dimensión sin empuñar la guitarra.

Para comenzar todos los procesos geológicos ocurren en sistemas complejos, donde los factores son tantos que cada situación podría considerarse irrepetible.

Hay unos pocos conceptos básicos, como por ejemplo que los climas cálidos y húmedos tienden a favorecer la meteorización química. Pero al mismo tiempo los climas muy fríos o muy secos pueden ser favorables a la meteorización física. De esto hablaremos en algún post referido a dominios morfoclimáticos.

Por otra parte, cada tipo de material original responderá de distintas maneras a los mismos ataques. Y su posición en el paisaje modificará las respuestas. Y la biota será agente de cambio, pero también modificador del curso de acción de los demás agentes. Y así al infinito.

Por ese motivo, si alguien les responde a esta última pregunta con alguna seguridad, de lo que no cabrá duda es de que está mandando verdura alegremente.

Por fortuna, la Naturaleza nos sorprende siempre…

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela

P.S.: La foto sólo es un toque de humor para la cuarentena. Les juro que no soy yo.

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