Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’

El beso, de Galeano.

Debo reconocer que me gusta Eduardo Galeano, y por eso, encuentro a veces relaciones bastante indirectas, como para tener la excusa necesaria para compartir algo de su obra con ustedes, mis lectores.

En este caso, aprovecho que menciona al mármol, un producto típicamente geológico, para poder presentarles su cuento «El beso», seleccionado desde su libro: «Bocas del tiempo» , ISBN 950-895-160-5

Espero que les guste tanto como a mí.

El beso

Antonio Pujía eligió, al azar, uno de los bloques de mármol de Carrara que había ido comprando a lo largo de los años.

Era una lápida. De alguna tumba vendría, vaya a saber de dónde; él no tenía la menor idea de cómo había ido a parar a su taller.

Antonio acostó la lápida sobre una base de apoyo, y se puso a trabajarla. Alguna idea tenía de lo que quería esculpir, o quizá no tenía ninguna. Empezó por borrar la inscripción: el nombre de un hombre, el año del nacimiento, el año del fin.

Después, el cincel penetró el mármol. Y Antonio encontró una sorpresa, que lo estaba esperando piedra adentro: la veta tenía la forma de dos caras que se juntaban, algo así como dos perfiles unidos frente a frente, la nariz pegada a la nariz, la boca pegada a la boca.

El escultor obedeció a la piedra. Y fue excavando, suavemente, hasta que cobró relieve aquel encuentro que la piedra contenía.

Al día siguiente, dio por concluido su trabajo. Y entonces, cuando levantó la escultura, vio lo que antes no había visto. Al dorso, había otra inscripción: el nombre de una mujer, el año del nacimiento, el año del fin.

 

Otra anécdota desopilante.

Imagen1pisossuciosEsta anécdota les va a parecer increíble, pero es absolutamente real, y cuando ocurrió, me dejó a mí misma de una pieza.

Por supuesto, aunque lo rcuerdo perfectamente, me reservo el nombre de la ex alumna involucrada, por aquello de que se puede decir el pecado, pero no el pecador.

Esto ocurrió hace más de veinte años, en un examen parcial final y escrito, por el mes de noviembre.

Era una tarde de muchísimo calor y yo estaba tomando ese examen en el aula que por ese entonces llamábamos cariñosamente «la cueva», por su ubicación en el edificio, y porque estaba siempre lleno de tierra, fragmentos de minerales, astillas de rocas, etc., etc, precisamente por la actividad que allí desarrollábamos.

Entre los alumnos, había una chica de aspecto algo «hippie» como decíamos en la década del 70, muy inteligente, pero muy particular también.

En un momento dado, (hablo de hace más de 20 años atrás), debido a la canícula, se quitó las sandalias y continuó escribiendo «en patas». Y así, «pata pila», se levantó y llegó a mi escritorio a hacerme una pregunta.

Cuando llegó a mi lado, se dio cuenta y me dijo:

-Ay, disculpe, profe que esté sin las sandalias, ¡pero es que hace tanto calor!

A lo que yo le respondí:

-A mí no molesta, si a vos no te molesta ensuciarte los pies, porque el piso es una mugre…

-Bah, ¡si viera la mugre que hay en mi casa!- me contestó ella, y todavía no me repongo de la impresión.

La foto que ilustra el post es de este sitio.

 

Un paisaje en la literatura.

Imagen1valledelos muertsoEstos párrafos describen muy bellamente la Geomorfología de la zona de Los Gigantes, y pertenecen al libro El valle de los muertos, de Rubén Pinus, autor cordobés.

Disfruten estas palabras:

…Recordaba, no obstante, que en todos los viajes mamá solía pedir a mi padre que se detuviera en determinado punto de la ruta para poder apreciar el bloque macizo de granito conocido como Los Gigantes.

La primera vez que lo hicimos yo tenía unos cinco años y me llevó un par de minutos encontrar la perspectiva correcta para vislumbrar la formación rocosa que con tanto entusiasmo mi madre deseaba hacerme conocer. Por más que lo intentaba, todo lo que veía era un extenso territorio de sierras rocosas, picos y lomadas bajo un cielo que parecía estar muy cerca de la superficie. En determinado momento, al fin, las sierras y lomadas conformaron la imagen de dos gigantescos cuerpos humanos recostados en la superficie, uno al lado del otro. En un instante y como por arte de magia vi que las sierras, lomadas y picos no eran sierras, lomadas y picos, sino parte de la anatomía de dos gigantes tomando el sol en medio de la nada. Me pareció fantástico y comencé a gritar «los veo, los veo» como si fuera el famoso ¡Eureka! de Arquímedes.

 Lo disfrutaron, ¿verdad?

Un abrazo ya hasta el lunes con un tema más científico. Graciela.

El mar, Jorge Luis Borges

IMG_20160404_184700El mar

Jorge Luis Borges

Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas

tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

De «El otro, el mismo»

Noten, por favor mis lectores que en algún punto Borges describe al mar cono un agente erosivo activo. Grandioso, ¿verdad?

Ojalá les haya gustado tanto como se merece. Un abrazo y hasta el próximo lunes con un tema científico.

Un poema geológico-ecológico

Este bello poema me llegó vía mail, y su autor es David Sosa Ortega, estudiante de Geología, cursando el 4to año en la Universidad de Pinar del Río, Cuba, y suscriptor del blog.

«Madre Tierra».

Por David Sosa Ortega
Quien pudiera aliviar tus depresiones

Y en tu tierra fértil ser semilla que germina;

Ser tus cumbres, tus divinas transgresiones,

Ser tu magma, ser tus valles, tu colina.

Cuántos años de este tiempo que reclama

Oh mi Tierra, de guijarros y aluviones,

Has vivido junto al cruel y al que te ama,

Y aún les brindas por igual tus bendiciones.

No es el verso quien responde a tu llamado

De la paz de tu selva en agonía,

De tu suelo corrompido y perforado,

Del exceso de los gases noche y día.

Oh mi Tierra, nuestra Tierra prometida

No es el verso, es el alma que te llora,

La de humanos que te curan cada herida,

Los de antes, del mañana, los de ahora.

Espero que lo hayan sabido apreciar tanto como yo. Hasta el próximo lunes. Graciela.

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