Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’

Un texto de Elizabeth George

Otra vez encuentro en novelas que son muy disfrutables, como las de la autora Elizabeth George, párrafos en los que la Geología y disciplinas afines adquieren protagonismo.

Ojalá disfuten estas citas, pero además se interesen en leer todo el libro, titulado «El precio del engaño» que es muy bueno de verdad.

…Encontré a Theo en la sala de estar que antes se utilizaba por las mañanas. Hacía tiempo que la había convertido en su guarida, y para ello la equipó con un televisor, una cadena estéreo, libros, muebles viejos y cómodos y un ordenador personal, mediante el cual se comunicaba con los desarraigados sociales del mundo que compartían su pasión particular: la paleontología. Agatha lo consideraba una excusa de adulto para revolcarse en el barro. Pero para Theo era una vocación a la que se entregaba con la dedicación que la mayoría de los hombres reservaban para perseguir órganos genitales femeninos. De día o de noche, tanto le daba a Theo. Cuando tenía una hora libre, partía en dirección al Nez, donde los acantilados erosionados habían vomitado dudosos tesoros desde que el mar roía la tierra.

Aquella noche no estaba sentado ante el ordenador. Tampoco estaba utilizando su lupa para estudiar un fragmento de piedra deforme («Es un diente de rinoceronte, abuela», decía con paciencia) rapiñado en los acantilados. Estaba hablando por teléfono en voz baja y apresurada, vertiendo frases a toda prisa en el oído de alguien que, al parecer, no quería escucharle…

… … … … … … … … … …

…Las ventanas estaban abiertas, pero la sala era inhabitable. Hasta las paredes parecían tener ganas de sudar a través de su papel William Morris antiguo. La confusión de revistas, periódicos, libros y, sobre todo, la confusión de piedras («No, abuela, sólo parecen piedras. En realidad, son dientes y huesos, y fíjate en esto, es un fragmento de colmillo de mamut», diría Theo) conseguía que la sala fuera aún más insoportable, como si elevaran su temperatura otros diez grados. Y, pese al esmero con que su nieto las limpiaba, impregnaban el aire de un fecundo olor a tierra muy inquietante.

Theo se alejó del teléfono en dirección a la gran mesa de roble. Estaba cubierta por una fina capa de polvo, porque no permitía que Mary Ellis aplicara un paño a su superficie y desordenara los fósiles que había agrupado en bandejas de madera individuales. ..

Espero que los haya motivado para incursionar en esta novela policial de la serie que consagró a su autora, que es una de mis favoritas.

Hoy un texto literario

El que sigue es un relato escrito y enviado por un asiduo lector del blog, que me pide que reserve su nombre. Como me ha gustado mucho, lo comparto para que lo disfruten.

La pendiente se empinaba conformando un ascenso más duro, el arroyo vibraba sonoramente impulsado por la energía que explica provisoriamente algo de la relojería del universo. Repentinamente su cascado rumor cambió, la batuta del maestro supremo había desplegado un bosque (mejor: la ley de evolución de las especies lo hizo prosperar en la cara que recibe más luz en el valle serrano); umbrosidad, frescor, el follaje del Aguaribay-Molle filtraba ruido y luz, y aunque el arroyo estaba ahí, parecía haberse angostado dado el menguado volumen de su sonido. Probó nuevamente del sencillo fenómeno retrocediendo unos pasos y volviendo a internarse en el bosquecillo; otra vez exaltado negaba a esa burbuja de bálsamo natural la causa del cambio tonal del sonido ambiente y pretendía la presencia de los duendes encantados dando bienvenida a su alma sutil. ¿Acaso no hay quienes refieren que seres superiores con tecnología inimaginable visitan regularmente cierta aldea serrana instalando centrípeta atracción a almas sensibles?

Luego llegó a un punto donde el arroyo recibía el aporte de otra vertiente. Una saliente de las rocas formaba balcón y daba refugio, miró hacia atrás el valle de un verde menguante y al final una mancha plateada, las salinas pensó, mientras el arroyo corría hacia su triple destino, vida subterránea, sal y nube.Por fin el salto del Tomillo y su nombre prestado por la hierba aromática europea y ahora adosado a nuestra Peperina serrana. Despojado de la ropa se zambulló nadando con fuerza contra la corriente de la mítica laguna hasta alcanzar la pared del chorrillo. Luego buceó dejándose arrastrar por el agua entregado a su poder disolvente.

Tendido a lo largo descansó sobre una roca de granito pulido; entrecerró los ojos aguzando la mirada en la pared del flanco erosionado, reparó primero en una ranita trepadora, delirante, asoció un común anfibio con signo premonitorio del ensueño arcano, luego lo encegueció el brillo de las vetas, ¡eran minerales preciosos! filones de ópalo, corindón y jadeíta, también del ponzoñoso cinabrio. Aceleró sus arrebatos ilusorios y febrilmente calculó costos de explotación, tasas de ganancia y retorno. Así estaba cuando vio a la mujer de tez trigueña, llevando como única vestidura un velo sujeto entre sus senos con fíbula rhea-forme, dejaba traslucir su cuerpo y lo observaba con rostro amable, él aún tendido en su desnudez, intentó cubrirse pero algo lo detuvo; emanaba de ella, especie de Astarté y deidad Inca, una calidez irresistible al abrazo envolvente. Ya erguido y a su frente extendió temblorosamente los brazos para alcanzar ese cuerpo deslumbrante.

Entonces despertó e inicio el descenso, la montaña le había deparado la magia tan buscada.

Los espero el lunes con un post científico. Ojalá hayan disfrutado este hermoso relato. Graciela.

De otro libro. Esta vez de Joseph Conrad.

Hoy les presento una buena descripción de los arrecifes en mares orientales, en tres párrafos seleccionados de la novela de Joseph Conrad «Con la soga al cuello» (The end of the tether).

La novela transcurre en los mares de Oriente, en los albores del Siglo pasado, y muy en el estilo Conrad, genera una atmósfera opresiva, pero con descripciones muy váidas de los paisajes involucrados.

He aquí los párrafos que he elegido para ustedes:

…Había llevado bien el rumbo, había cubierto esa distancia hasta que, puntualmente, las islas empezaban a emerger, una por una, con sus puntas rocosas, sus montes, y la nube de pájaros emitía sus gritos estridentes y crueles; el sonido de una escena familiar, parte viva de la tierra quebrada, del mar ancho, del alto cielo limpio…

… … …

…En días así, el resplandor del mar ocultaba los peligros que había a ambos lados del pasaje. Nada se movía bajo el poder aplastante de la luz, y ls islas rocosas, opacas en el sol, se reflejaban cabeza abajo en el agua lisa, como juguetes de ébano en un espejo. Pero al primer golpe de un vendaval, el archipiélago entero se cubría con la espuma de la rompiente, como en un estallido de vapor, y el agua clara hervía en todos los canales de entrada. El mar revuelto dibujaba, en un diseño de furiosa espuma, la vasta plataforma de aquel grupo de islas: un suelo sumergido, formado por desechos de la costa cercana, que proyectaba sus espuelas filosas bien adentro del canal, y que estaba erizado de bancos de piedra que tenían casi una milla de largo…

… … …

…una ligera brisa bastaba para arrancarle al mar su máscara serena…

Espero que más allá de ciertas imprecisiones geológicas, hayan sabido disfrutar esta joyita literaria. Un abrazo y hasta el próximo lunes, con un post científico. Graciela.

Más del libro «Recuerdos de la medianoche» de Sidney Sheldon

Este párrafo es continuación de uno anterior que ya les di a conocer, y que me pareció también interesante para los locos por la Geología como yo.

Pueden leer los párrafos anteriores en estos dos posts, si les parece necesario. Sin embargo, repito aquí una línea anterior para que se comprenda mejor cuál es la situación en que se produce este diálogo. Y les recuerdo que todas las explicaciones que se leen respecto a las perforaciones tienen que ver con la época en que transcurre esa parte de la novela, que es la primera mitad del siglo pasado.

…-¿Por qué  se usan dos formas diferentes de perforación?

El hombre se lo explicó.

-Para una se utilizan herramientas con cable y, para la otra, un instrumento giratorio. Ahora nos estamos dedicando más a este último sistema, aunque los dos empiezan de la misma manera.

-¿Ah, sí?

-Sí. En los dos hay que construir una torre como ésta para elevar el instrumental que luego se introduce en el pozo.- Contempló el rostro ansioso del muchacho.-¿Sabes por qué a estas torres se las denomina «derricks»?

-No, señor.

-Ése era el apellido de un famoso vedugo del siglo XVII.

-Entiendo…

… … … … … …

Un abrazo y hasta el próximo lunes, con un post científico. Graciela.

Un párrafo bellamente escrito.

Hoy comparto con ustedes la primera entrega de algunos trozos seleccionados del libro Harricana, de Bernard Clavel, en los que se lee una épica descripción de un avance glaciario.

…Sobre esa costra se arrastró un glaciar. Dieciocho o veinte mil años atrás. Fuerza colosal, montaña glauca con aristas desmenuzables que venía del Labrador, lentamente, lentamente. Avance irresistible. Como la roca era flamante, el glaciar la modeló a su gusto. Fue hundida, pulida, gastada, agrietada y a veces recubierta de todo lo que él llevaba en su vientre de inmenso invierno en marcha.

Lo que sobresale de la simpleza sin límites son los excrementos del glaciar desaparecido. Los vestigios del combate que se libró entre el hielo y la roca, entre lo establecido y lo pasajero. Entre lo estático y lo móvil…

Imagino que ustedes, como yo, habrán sabido apreciar la inmensa belleza de ese tropo impícito en «vientre de inmenso invierno en marcha».

Y hay muchos más en ese mismo libro, al que volveré en algunos otros posts, para hacerlos partícipes del disfrute que significa leer un proceso geológico poéticamente descrito.

Un abrazo y hasta el próximo lunes, con un post científico. Graciela.

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