Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’

¡¡¡Hielo!!! de Arnold Federbush – Literatura sobre Glaciares y paisajes

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Para disfrutar el comienzo del fin de semana, un bellísimo texto literario, tomado de «¡¡¡HIELO!!» de Arnold Federbush,que describe de modo absolutamente magistral el modo en que la nieve se transforma en hielo, y cómo éste avanza luego modificando el paisaje. Es imperdible, y el libro todo vale de verdad la pena.

«Las corrientes de aire seguían recorriendo sus sendas fundamentales, tan inalterables a su manera como las leyes fundamentales de la física, calentadas por el sol en los alrededores del Ecuador y luego transportadas hacia la frialdad de los polos. Pero pronto empezarían a seguir caminos nuevos, a describir nuevas pautas.

Se había desencadenado una tempestad en el nordeste, la peor que recordaban la mayoría de ciudadanos vivientes;  pero al marcharse, siguiendo su curso había dejado de preocuparles.

Es cierto, normalmente la tempestad se habría disipado en el mar; pero tal como la humanidad lo iba advirtiendo, la normalidad se desvanecía a toda prisa. En primer lugar, el calor que producía vapor de agua sobre el Atlántico hacía lo mismo sobre los mares árticos, de modo que había unas nubes aguardando sobre la gran sábana de hielo de Groenlandia, una humedad que revitalizaría la tormenta antes de que ésta muriese.

Al poco tiempo, lejos de la vista de los hombres, una nueva tormenta bramaba. Centímetro a centímetro la nieve se acumulaba sobre el hielo; los copos individuales se posaban livianamente, separados por las ramas de los otros copos. Pero al caer más nieve, a medida que los centímetros se convertían en decímetros y los decímetros en metros, la nieve del fondo se aplastaba, como puede uno aplastar un puñado en la mano. Los bracitos de los copos se partían bajo la presión, y los cristales se apiñaban para formar hielo granuloso.

El glaciar sobrealimentado helaba a su vez el aire de encima, atrayendo más nieve aún metro tras metro, tonelada tras tonelada. El hielo granuloso se comprimía más y más, hasta que las últimas bolsitas de aire salían despedidas fuera y se transformaban en un hielo especial, con una densidad increíble, e inamovible, impenetrablemente sólido según todos los cálculos humanos.

No obstante, la naturaleza actúa con fuerzas mayores. Millones de toneladas continuaban acumulándose en la cima, pero ya no había nada que expulsar del fondo. No había ningún otro sitio adonde ir sino fuera, con lo cual el hielo, el sólido más duro de todos, rezumaba como melaza.

Físicamente se estaba aplanando, extendiéndose bajo su propio e inmenso peso. Se comportaba como un ser vivo, una ameba de centenares de kilómetros de diámetro, enviando a ciegas extensiones exploratorias de sí mismo, dedos de hielo que tanteaban entre peñas y pedruscos, engrosándose a medida que encontraban paso y el enorme cuerpo, cachazudo, del glaciar inmenso venía detrás.

Peñas y pedruscos eran arrancados, arrastrados rodando para convertirse en dientes o limas gigantes, de modo que ahora el glaciar podía triturar y pulverizar todo lo que hallaba a su paso, así como tragárselo entero.
Al final llegó a la cordillera de montañas y ahí se quedó cohibido. Los dedos parecían retraerse, al tiempo que llegaba más hielo y el glaciar se replegaba sobre sí mismo.

Ciento sesenta kilómetros más atrás, la nieve continuaba alimentándolo, de modo que su frente se elevaba ascendiendo despacio con gran paciencia por la ladera de la montaña, hasta que alcanzó el paso y luego se derramó por él. Físicamente, los movimientos de avance, y hasta los cuesta abajo no eran producto de la concordia, sino de la lucha loca y desordenada, en la que innumerables cristales cedían de mala gana, se retorcían, cambiaban de forma y finalmente se entregaban.

En la base del glaciar, las inmensas presiones mantenían estos conflictos en una masa gelatinosa. Sin embargo, en la cima se manifestaba esa pugna y el hielo se partía y se separaba en un millar de grietas que crecían y disminuían se soldaban y se reformaban a cada curva del suelo».

Los espero el lunes con alguna otra sorpresilla. Un beso, Graciela

La furia eólica

Estamos en el medio de las fiestas de fin de año, de modo que uno, muchas ganas o tiempo para trabajar no tiene, así es que, por esta vez, hago un copie y pegue desde mi otro blog ¿Y si hubiera una vez?

Ésta es una nueva confesión de viejos deslices literarios. Es uno de esos hallazgos de mi primera adolescencia, escrito cuando tenía yo 14 años, y me creía la Gabriela Mistral de los años por venir.

El viento.

por Graciela L.Argüello.

El viento se cuela entre aullidos por cualquier rendija, torturando con su frío a los seres y las cosas.

Hoy está enojado, furibundo.

Sin escrúpulo alguno, pisotea una esperanza, al despojar de su techo a una familia.

Los árboles se doblan, el cartel sigue enhiesto: de un manotazo, él echa al suelo su altivez.

El viento no se arrepiente, no, continúa su camino con sus risas sibilantes.

Con mano de coloso, arranca gigantescos héroes, que no se doblegan ante el sórdido elemento que disfruta al desarraigar sus leños o sus paredes.

Pájaros sin nido pían con angustia, conmoviéndolo por fin.

El titán llora, no con lágrimas propias porque no sabe llorar… Es todo el cielo el que se desploma en llanto, que borra tanto dolor y que lava su pecado.

Francamente no recuerdo las circunstancias en que escribí esto, pero supongo que habrá sido en una de esas tormentas pavorosas que cada tanto nos regala el clima cordobés.

Como sea, fue nuevamente inspirado por algo que andando los años, me daría de comer, porque sepan ustedes que mis proyectos de investigación se centran hoy precisamente en el loess, material transportado y depositado justamente por el viento.

Es por esa razón que he seleccionado este texto en particular. Porque como pasó con otras de mis prosas, sin sospecharlo siquiera, parece que mi PC mental ya venía de alguna manera preconfigurada con ese destino.

Si este post les ha gustado como para llevarlo a su blog, o a la red social, por favor, mencionen la fuente porque esta página está registrada con IBSN 04-10-1952-01.

Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

Los volcanes en la literatura: hoy Ángeles Mastretta

volcanComo siempre que encuentro en la literatura alguna joyita relacionada a la Geología, he atesorado esta vez unas pocas líneas para compartir con ustedes relativas al vulcanismo, fenómeno del que pronto nos vamos a ocupar también. Por ahora vayan motivándose con estas palabras de una escritora que se las trae.

Yo no concibo el mundo sin los volcanes atestiguando las luces de este valle, acompañándonos la vida entera mientras pasa un instante de sus vidas. Ni siquiera imagino al mar, que tanto venero, sin los volcanes como la contra parte de su inmensidad.

 Ãngeles Mastretta, Territorio místico, del libro El cielo de los leones.

Apenas unas pocas palabras, pero una gran expresividad, espero que lo hayan disfrutado como yo, Un abrazo Graciela

Literatura y Geología: El paisaje, de Mario Benedetti

bolivia geologiaLa geología escribe lentamente, paso a paso, su texto final, que es el paisaje. Y si alguien ha logrado una descripción superlativa del paisaje, ése es Mario Benedetti. De él, y más específicamente de su libro » Viento del exilio», les presento el poema precisamente titulado

El paisaje:

Durante muchos años

y tantísimos versos

el paisaje

no estuvo en mis poemas

vaya a saber

por qué

mejor dicho

el paisaje

eran hombres

mujeres

amores

pero de pronto

casi sin yo advertirlo

mi poesía empezó

a tener ramas

dunas

colinas

farallones

vaya a saber

por qué

dejó de ser

poesía en blanco y negro

y se llenó de verdes

tantos como follajes

de flamboyanes rojos

oros suaves del alba

y memorias de pinos

con sus siluetas sobre

horizonte y candela

¿será que este paisaje

no quiere que sigamos

sin decirnos las claves?

¿o será que el paisaje

no quiere que me vaya?

¡Magistral!, ¿ verdad?. Y aunque tal vez les sorprenda, vean ustedes que hay en estos versos, implícita mucha Geología.

Más allá de las dunas y los farallones, el verdadero geólogo oculto en el poeta, aparece cuando manifiesta que el paisaje quiere decirle las claves. ¿Y qué otra cosa hace un geólogo, sino descifrar esos mensajes que el paisaje le entrega, contándole su historia, que siempre tiene también mucho de poema?

No me digan que no hay en ambas cosas una inenarrable belleza. Aprovechen el fin de semana para salir por ahí a interrogar al paisaje, Él les dirá cosas insospechadas…

Un poético abrazo Graciela

Procesos naturales en la literatura: La sequía

eolico Los procesos naturales tienen en sí mismos una cierta majestuosidad, pero hay autores que describen su grandeza con un pincel magistral. En este caso, quiero compartir con ustedes un texto tomado del libro: TODO VERDOR PERECERÁ de Eduardo Mallea.

He tomado de él párrafos seleccionados de la Primera Parte, Capítulo 1, página 1 y siguientes.

Cuarenta y cuatro días consecutivos de seca y fuego arrasaron la sierra, el valle, las matas salvajes, la cabellera rala e hirsuta en el cráneo de tierra tendido al sol. En las horas del día, tan largo y tan alejado del cielo, el paisaje parecía una superficie calcinada, blanca y enorme; blanca era la tierra seca; blancos los pastos; blancas las cortaderas y el olmo esquelético; blancos el algarrobo y el tala, retorcidos y agarrotados y rígidos como sistemas nerviosos muertos, sacados de la tierra al aire ardiente. Los campos mostraban su cara espectral y hambrienta, su boca árida, su escuálida garra extendida sin fuerza por millares de kilómetros. Abajo, hendido entre yuyos en la mitad del valle como una grieta serpeante, el cauce del arroyo no contenía más que piedras y un hilo exhausto de agua clara, pálido como el resto de las cosas. De tiempo en tiempo un animal errante y flaco se acercaba a beber; luego caminaba vencido por entre las matas espinosas… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …

Años antes la región, despoblada como hoy, era pródiga; de pronto el cielo parecía haberse agostado. Ahora estaba tan alto, tan remoto, tan sin nubes que sólo era sensible, al que levantaba los ojos, la imagen de su mortal abdicación. En los años prósperos, del otro lado de la sierra, a muchas leguas de la casa solitaria, se originó un pequeño pueblo. Verdeaban los espinillos, y en primavera, un oro joven venía prestado a las copas. Vientos foráneos trajeron luego de la costa lejana arenas intrusas; un médano sentó sus reales en la parte más abierta y baja de la región y otros se le acercaron luego en estéril asamblea. Grandes extensiones fueron viciadas a ambos pies de la sierra. … … … … … … … … … … … … … … … …

La seca era como un incendio; quemaba la vegetación por debajo, la buscaba, la mataba en la entraña. Algunos pastos se defendían terriblemente, duraban, echaban jugo, se nutrían desde adentro, tenaces; otros se entregaban sin réplica; otros nacían para aquel clima. Éstos eran como el usurero en años de ruina: siniestros de condición. Insidiosa, prolija, la arena trabajaba con el fuego solar en la ruina de los habitantes vivos de aquel sitio; abrazaba los tallos, volaba, levantaba diminutos copos, ahogaba las especies. Y cuando venía una lluvia, rápida, voluble, era como una visita a esos agentes de desesperanza.
…La seca llevaba esta vez cuarenta y cuatro días…

No podrán negarme que es una pintura alucinante. Espero que la hayan disfrutado como yo, y que con ella inauguren un placentero fin de semana. Un abrazo Graciela

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