Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’
Un nuevo párrafo del libro «Eating Dirt» de Charlotte Gill.
(The original version of this text was posted in English last Friday).
Nuevamente he seleccionado una página muy interesante de la novela Eating Dirt de Charlotte Gill, libro que ya les he presentado anteriormente y que recomiendo especialmente a aquéllos que saben disfrutar una buena lectura.
Hay un claro en el valle del Río Bowron, trescientas millas al noreste de Vancouver, que es del tamaño de una pequeña nación. La tala más grande del mundo- groseramente unas doscientas millas cuadradas. Cuando la tala era reciente, podía verse desde el espacio. En Columbia británica, vivimos entre zonas taladas como la gente de los trópicos vive en los cañaverales de azúcar. Cuando volamos sobre nuestra provincia vemos pendientes afeitadas. Cuando conducimos, los hachazos y los tocones son meras manchas borrosas de la carretera, a través del parabrisas. Tajos se les llama en el negocio forestal, como a algo que podrías cortar con una tijera.
He seleccionado este párrafo, porque es interesante ver la magnitud del impacto de la industria forestal sobre el paisaje. Afortunadamente, la reforestación también es considerada un negocio independiente en los países desarrollados como Canadá y Estados Unidos, donde la gente está dispuesta a invertir a largo plazo.
Toda la historia que se cuenta en Eating Dirt es acerca de los trabajadores de campo de esa industria, los cuales pueden ganarse la vida precisamente reforestando.
Espero que les haya gustado este post, porque todavía hay varios textos de este libro que quiero subir al blog en futuros posts. Un abrazo, y nos vemos el lunes. Graciela.
P.S.: Esta vez, la imagen que ilustra el post la he tomado de otra página, que pueden visitar aquí.
Another text extracted from «Eating dirt», by Charlotte Gill
(Este mismo post aparecerá traducido al Castellano el próximo viernes).
Once again I have selected a very interesting page from the novel Eating Dirt by Charlotte Gill, that I have already introduced to you, and I strongly recommend to those who enjoy good books.
There is a clear-cut in the Bowron River valley, three hundred miles northeast of Vancouver, that’s the size of a small nation. The largest clear-cut in the world- roughly two hundred square miles. When the cut was fresh, it could be seen from space. In British Columbia we live among clear cuts like people in the tropics live in the sugarcane. When we fly over our province we see shaved slopes. When we drive, slash and stumps are a highway blur through our windshields. Cut blocks they are called in the logging trade, like something you could snip at with scissors.
I have selected this paragraph because it is interesting to see the magnitude of the impact of logging trade on the landscape. Fortunately, reforestation is also considered as an industry in developed countries such as Canada and the United States, where people are ready to wait many years to see the profites.
The whole story told in Eating Dirt is about the field workers of that industry, that are able to earn their salaries on reforestation.
I hope you liked this post, because there are still many other highlights of this book to come in future posts. See you next Monday. Graciela.
Un poema atómico de Margaret Cavendish, del Siglo XVII.

Hoy comparto con ustedes un poema dedicado al átomo, que data de 1653. Debo ser honesta intelectualmente, por lo cual les aclaro que no conocía el libro Atomic Poems de Margaret Cavendish, hasta que lo encontré mencionado por Valeria Edelsztein, en su libro Científicas: Cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera). ISBN 978-987-629-241-2
Ese libro editado en Buenos Aires en 2012, por Siglo Veintiuno Editores, forma parte de la colección Ciencia que ladra…, dirigida por Diego Golombek, y obtuvo el Primer Premio en el concurso organizado por la editorial.
Pero no es de ese libro que les quiero hablar, sino que quiero compartir el poema que en él se reproduce, y que luego me tomo la libertad de traducir de manera personal y muy ligeramente diferente a como Valeria Edelsztein lo tradujo.
Me parece sobre todo original el intento, ya tan remoto en el tiempo, de ponerle poesía a la estructura de la materia, y es por eso que me parece bueno difundirlo. Y ya sin más, con ustedes, el poema… y más abajo mi propia traducción.
The weight of Atoms, by Margaret Cavendish (1653)
If atoms are as small, as small can be
They must in quantity of Matter all agree:
And if consisting Matter of the same (be right)
Then every atom must weight just alike.
Thus Quantity, Quality and Weight, all
Together meets in every Atom small.
Y ahora, mi traducción ligeramente disidente:
Si los átomos son tan pequeños como lo pequeño puede ser
Ellos deben en cantidad de Materia, todos coincidir.
Y si la Materia de que consisten es la misma (y la justa)
Entonces todos los átomos deben pesar exactamente igual
Así la Cantidad, la Calidad y el Peso se cumplen
todos en cada pequeño átomo.
Bueno, convengamos en que no es la cumbre de la Poesía, pero es por lo menos interesante, ¿no les parece?
P.S.:La imagen que ilustra el post es la tapa del libro de Valeria Edelsztein, y la tomé del mismo sitio que he linkeado más arriba.
Otra vez Gabriela Mistral y los metales.
Este post también se lo debo a Dayana, quien hace mucho tiempo recopiló poemas para los posts de los viernes. En este caso, de la genial Gabriela Mistral
NOCHE DE METALES
Dormiremos esta noche
sueños de celestes dejos
sobre la tierra que fue
mía, del indio y del ciervo,
recordando y olvidando
a turnos de habla y silencio.
Pero todos los metales,
sonámbulos o hechiceros,
van alzándose y viniendo
a raudales de misterio
-hierro; cobre, plata, radium-
dueños de nosotros, dueños.
Son lameduras azules
que da la plata en los pechos,
son llamaradas de cobre
que nos trepan en silencio
y lanzadas con que punza
a las tres sangres, el hierro.
Por confortarnos los pies
vagabundos, y aprenderse
nuestros flancos y afirmarnos
los corazones sin peso,
los tres del miedo ganados,
los tres de noche indefensos.
Y la noche se va entera
en este combate incruento
de metales que se allegan
buscando, hallando, mordiendo
lo profundo de la esencia
y la nuez dura del sueño.
Al fin escapan huidos
en locos filibusteros
y seguimos la jornada
cargando nuestro secreto,
arcangélicos y rápidos
de haber degollado el miedo.
Liberados caminamos
como los raudales frescos,
sin acidia y sin cansancio,
ricos de origen y término,
por la nocturna merced
de los Andes Arcangélicos
que dentro de su granada
impávidos nos tuvieron.
Vamos cargando su amor
como un amianto en el pecho,
como la casta y el nombre,
como la llama en silencio
que no da chisporroteo
y según nuestros orígenes,
despeñados de lo Eterno.
Ciertamente, la Geología es también poesía. Espero que les haya gustado, y que vuelvan al blog el próximo lunes. Un abrazo. Graciela.
Otro texto extraído del libro «Eating dirt» de Charlotte Gill.
Ya les he presentado antes este libro, y en ese momento también les prometí compartir con ustedes algunos excelentes párrafos que se encuentran en él. Éste es uno de esos textos, pero esta vez lo he traducido para los lectores hispanoparlantes.
Hace tres mil quinientos millones de años, la tierra estaba inmersa en una sopa salina, y la atmósfera era un humedal de gases de invernadero. La vida era microbiana. Entonces nació una nueva bacteria. Su canal digestivo estaba salpicado de proteínas capaces de absorber la luz. Esta célula podía ejercer una magia química que ningún otro de los garabatos flotantes en los mares prehistóricos podía realizar. Ella aprovechaba los rayos solares. Con esta energía, transformaba el dióxido de carbono en azúcar y en el proceso extraía oxígeno. Estos organismos rudimentarios todavía existen hoy, en prácticamente todo ambiente donde coexisten el agua y la luz solar. Cianobacterias- algas azules, el comienzo de todas las cosas.
Como seguramente habrán ustedes notado, la descripción es excelente, y encontrarla en una novela es un evento afortunado. Espero que la hayan disfrutado tanto como yo, porque vendrán más extractos en futuros posts. Un abrazo, y nos vemos el lunes. Graciela.