Un campamento accidentado y peligroso.

Ya en un post anterior les presenté las diez situaciones más peligrosas que he vivido en el campo durante mi carrera profesional.

Y como prometí entonces, comienzo a narrar cada uno de esos eventos.

El primero, y con mucho, el más peligroso fue cuando nuestro campamento fue enteramente revuelto por la Policía Federal y Gendarmería en un operativo conjunto, durante la dictadura de 1966 a 1973 , menos  mencionada tal vez, pero no menos lesiva que la del 76 en adelante.

En la imagen pueden ver el sitio aproximado donde ocurrió, en el año 1970, cuando yo era estudiante, y estaba participando de un campamento de trabajo en el Arroyo Saguión, en la Provincia de Córdoba.

En esa oportunidad el objeto era hacer una práctica de manejo de instrumental, de modo que estábamos levantando el lecho con plancheta, brújula taquimétrica, teodolito y a paso y brújula de mano, en distintos trechos.

El primer día llegamos- mis compañeros Juan Carlos († ) Ricardo y yo, con el profesor Dr. Marcelo Pensa († )- armamos las carpas y partimos al extremo más alejado de la zona que debíamos mapear, para ir desde allí acercándonos al campamento, mientras realizábamos las mediciones del caso.

Esa noche cenamos junto al fuego, y nos retiramos a las carpas, después de cantar un rato, y disfrutar la serenidad del paisaje.

A la mañana siguiente, luego de desayunar, partimos caminando sobre el lecho de arena, con la intención de llegar al último punto levantado el día anterior y desde allí regresar trabajando.

Habríamos caminado unos 600 o 700 metros, cuando de pronto, desde las márgenes del arroyo, saltaron hacia el lecho, una docena o más de gendarmes y policías federales empuñando armas largas con las que nos apuntaron mientras nos rodeaban gritando «¡No se muevan! ¡Manos arriba! ¡Tiren las armas!»

Pararnos y levantar las manos fue fácil, pero ¿tirar las armas? ¿qué armas? Después supimos que ellos habían tomado el estuche del trípode de la plancheta por una escopeta o vaya a saber qué.

No puedo decirles cómo me temblaban las piernas, y el terror que significó que nos llevaran de regreso al campamento, con las manos en alto, en fila india y rodeados de gente armada que no paraba de dar órdenes a los gritos.

Cuando llegamos al campamento, lo encontramos todo patas arriba, ya que otro grupo de militares que allí esperaba se había ocupado de desarmar las carpas, los bolsos, y revisar también la camioneta.

El terror duró varias horas, porque en esa época sin celulares, dependíamos enteramente de las radios de que disponían los militares, y a ellos no les interesaba en lo más mínimo que llamáramos a nadie.

Cuando el profesor explicó lo que hacíamos y dijo que pertenecíamos a la Universidad, tampoco se les movió un pelo, y sólo nos salvó el hecho de que el Dr. Pensa era también docente en el Liceo Militar General Paz, y cuando lo mencionó, fue que los gendarmes se comunicaron con las autoridades del liceo que respondieron por él.

Creo que a eso le debemos no haber desaparecido entre tantos otros.

Por cierto, cuando después de varias horas nos dejaron en libertad, no nos quedó tiempo más que para juntar las cosas y volver a casa, en mi caso, todavía temblando.

A partir de ese día, cada vez que hacíamos salidas al campo, pasábamos antes a reportarnos ante la autoridad policial más próxima, lo que a aveces llevaba hasta una hora de explicaciones.

Para dimensionar el riesgo les recuerdo que el año anterior había sido el Cordobazo, y ese mismo año, la toma de la Facultad de Ciencias Exactas en la que yo estudiaba, toma en la que me tocó estar, y que puedo decir que fue uno de los peores horrores que conocí. Si no la he incluido en la lista es solamente porque no ocurrió en el campo.

Ahora, ya que estamos, les cuento algo sobre el Arroyo Saguión, que forma parte de la cuenca de las Salinas Grandes, región del noroeste de la Provincia de Córdoba, que ostenta un clima semidesértico, por lo cual los cursos de agua tienen sus nacientes en las partes altas de las sierras, donde las precipitaciones son más frecuentes. El arroyo normalmente se encuentra seco, como casi todas las corrientes que en su mayor parte se insumen en las parte baja para formar parte de las aguas subterráneas.

Esto determina que la cuenca se considere arreica en parte y endorreica en su conjunto.

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

P.S.: La imagen que ilustra el post es obviamente de Google maps.

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