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Apunte para alumnos de pedología: textura de los suelos
En vista de que algunos lectores, alumnos de carreras universitarias relacionadas con el suelo (Geología, por supuesto, Agronomía, Geografía, Ingeniería Ambiental, Biología, etc.) encontraron útil mi primera entrega de apuntes para estudiantes, hoy pongo a su disposición otro tema, en un texto también de mi autoría.
Si deben citar el apunte en sus trabajos, la forma correcta de hacerlo es:
Argüello, Graciela L.1998. Cuadernillo didáctico sobre el tema TEXTURA, para uso de los alumnos de Pedología de la U.N.C. (Ampliado, corregido y actualizado) 13 págs.
Las inundaciones, crónica de un evento anunciado.
Hoy me pregunto por qué tanta ineficacia a la hora de plantear medidas de precaución ante las inundaciones que eran previsibles, y no exclusivamente por el monto tan elevado de las precipitaciones, sino porque las condiciones de las cuencas habían cambiado muy recientemente de manera drástica.
¿Por qué nunca los funcionarios escuchan a los que les advierten con algún fundamento?
Esto viene a cuento porque yo misma lo puse por escrito en mi post del 20 de Septiembre, cuyo link les incluyo ahora otra vez.
Odio tener que decirles que ya se los advertí, pero nadie pareció tomar nota a tiempo.
Nos vemos el lunes, un abrazo Graciela.
P.S.: la foto que ilustra el post es de este sitio.
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Materiales parentales de suelos en la Provincia de Córdoba, Argentina.
Este trabajo, en el que soy primera autora, tiene ya algunos años, pero todavía tiene información aprovechable para los colegas. En su momento sólo se publicó el resumen expandido, de modo que los invito a leer el trabajo completo según el sistema Scribd que ya conocen, y si necesitan citarlo, la referencia bibliográfica completa es:
Argüello, G.L.; Sanabria, J.A; Balbis, A. 1998. «Caracterización textural de materiales parentales loéssicos, entre La Lagunilla y San Agustín. Prov. de Córdoba, Argentina» Actas del XVI Congreso Argentino de la Ciencia del Suelo. (Resumen expandido). Carlos Paz, Córdoba, Argentina.
¿Qué pasa con el suelo después de los incendios? Parte 2.
Este post es la continuación del del lunes pasado, de modo que les recomiendo su lectura antes de entrar en éste de la fecha.
En ese post he respondido las siguientes preguntas:
¿Qué partes del suelo son las más afectadas?
¿Qué componentes del suelo sufren más alteraciones?
¿Qué propiedades del suelo cambian?
¿Puede el suelo recuperar su condición inicial? ¿En cuánto tiempo y en qué grado?
Hoy, saldremos del suelo mismo, para mirar el sistema de manera más completa, y para eso comenzaremos por referirnos a los procesos que modelan el paisaje que se ha visto afectado.
¿Qué otros procesos geomórficos se ven alterados?
Primero debe tenerse en cuenta que en cada sistema, son dominantes unos u otros procesos, y prácticamente todos ellos se verán modificados por un incendio de bosques o de monte, pero en este caso, voy a dejar afuera, para mejor oportunidad, aquéllos que no son pertinentes a nuestras sierras de Córdoba, tales como posibles efectos sobre aludes o ciclos reiterados de congelamiento y descongelamiento que son poco frecuentes en ellas.
Pero uno de los procesos más inmediatamente impactados será la erosión del suelo mismo.
Allí donde los suelos tienen escaso desarrollo, como en áreas escarpadas, la pérdida de la vegetación, cuya acción protectora es bien conocida, puede significar la pérdida lisa y llana de todo el suelo.
Pero aun en zonas donde el espesor del solum no es tan mínimo, las partes superficiales, desagregadas por la ruptura de estructuras y afectadas por la falta de cubierta vegetal, se convierten rápidamente en carga disponible para cualquier agente de transporte, sea el viento, el agua o la conjunción de ambos. La propia pendiente puede disparar también procesos gravitacionales, que eliminan la cubierta edáfica más superficial en muy poco tiempo.
Más allá de la erosión acelerada del suelo, también otros materiales como rocas y sedimentos se encontrarán sumidos en un nuevo escenario, donde la acción erosiva se ve modificada, impactando de manera indirecta sobre ellos.
Por ejemplo, la disponibilidad de agua será otra, porque faltará la vegetación que es la primera en interceptar el impacto de la lluvia, y en aumentar la fracción que se evapotranspira, restándola del escurrimiento directo. Estos detalles pueden verlos con mayor profundidad en varios posts en los que me he referido al ciclo del agua y sus factores.
En definitiva, para un mismo total de agua precipitada, habrá mucho mayor escurrimiento, que además será mucho más rápido por las nuevas condiciones de suelos impermeabilizados, de los que hablamos en el post anterior, y por la falta de vegetación que lo desacelere.
De allí puede deducirse que los procesos erosivos hídricos cambiarpan.
También el ciclo eólico tendrá modificaciones al faltar la barrera protectora de los árboles, que disminuyen la velocidad del agente viento, que puede volverse por ende mucho más agresivo y efectivo.
¿Qué pasa con los cauces fluviales?
Sean permanentes o temporarios, los cauces fluviales mostrarán una dinámica diferente, con aguas que se reunirán desde todas las pendientes, en mayor cantidad y con mayor velocidad, en función de lo que se dijo más arriba.
Siempre considerando que algunas situaciones serán muy particulares, puede generalizarse que muy probablemente habrá los siguientes cambios en los cauces:
- Habrá picos de creciente más altos.
- Los picos de creciente tendrán tiempos de llegada muy posiblemente más cortos.
- Los cursos mismos pueden verse más erosionados, acelerándose sus acarcavamientos.
No obstante, también es cierto que las aguas corrientes no serán tampoco tan límpidas, ya que habrá superficialmente mucho material suelto susceptible de ser arrastrado por las aguas, sean ellas salvajes o encauzadas.
Cuando esa cantidad de material supera la capacidad de transporte del agua, la cual varía según la pendiente y el caudal, habrá efectos de colmatación de algunos reservorios, y puede que también haya sedimentación incrementada en algunos sitios de los cauces mismos, o excediendo de ellos.
Este efecto puede ser altamente contaminante, cuando se piensa sobre todo en que mucho material puede ser arrastrado hacia los reservorios de agua para consumo, cuyo tratamiento se dificulta.
Ahora bien, hemos hablado de dos efectos prácticamente opuestos y cabe preguntarse si hay allí o no una contradicción.
Para comprender esto mejor, debe recordarse que la erosión y la sedimentación ocurren normalmente juntas, sólo que no en el mismo sitio, sino que lo que se arranca de un lugar, se deposita en otro.
Ahora bien, cuál de ambos procesos será el que más impacto genere, es decir si dominarán los efectos de la erosión o de la sedimentación, eso depende del conjunto de factores de cada subsistema en particular, pero cualquiera sea el caso, habrá modificaciones del equilibrio preexistente, con cambios sensibles en la dinámica hídrica regional.
¿Qué pasa a nivel de cuencas?
Cada uno de los cambios que se observan aisladamente en los diversos cursos de agua, se van potenciando unos a otros en auténticos efectos dominó. En general, puede esperarse que una cuenca afectada por incendios se vea sujeta a inundaciones más intensas y más rápidas, en el supuesto, claro, de que las restantes condiciones sean las adecuadas para ellas.
Por otra parte, debe recordarse que una cuenca no solamente incluye el agua superficial, sino también la subterránea en la región.
Un escurrimiento acelerado, puede significar un descenso en el nivel de las capas subterráneas, simplemente porque la distribución del agua precipitada cambia.
A esto debe sumarse el efecto «hidrofóbico» que se produce en el suelo en muchas oportunidades, por efecto del fuego, con lo cual la infiltración se dificulta.
También puede ocurrir que el material suelto y restos biológicos que se incorporan como carga del agua en movimiento, se depositen finalmente en los diques y reservorios, naturales o artificiales, que actúan normalmente como reguladores del flujo.
Esa sedimentación puede contribuir a una colmatación acelerada de los depósitos de agua, lo cual altera todo el balance de la cuenca.
¿Qué pasa con las aguas infiltradas?
Ya dijimos que normalmente verán disminuido su caudal, pero también puede que lleven en suspensión y/o disolución materiales contaminantes, como las cenizas mismas provocadas por el incendio, además de carga biológica producto de la fauna y flora en descomposición.
El material en suspensión, dominantemente cenizas, puede llegar a ser transportado por mucho tiempo (tanto más cuanto más liviano sea), con lo cual la contaminación es «exportable» a zonas no afectadas directamente por los incendios. Sólo la lluvia volverá a limpiar la atmósfera, y a veces un milimetraje muy exiguo no alcanza para llevar todo el material hacia abajo. Y eso sin considerar que lo que el viento haya exportado antes de la lluvia, se seguirá propagando por otros sitios hasta que en ellos se produzcan suficientes precipitaciones.
Corolario: sigue sin parecerme inteligente eso de «manejo del fuego», y aquí les presenté mis argumentos. Ustedes decidan por sí mismos cuánto de manejables son los efectos de los incendios.
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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post la he tomado de la red.
¿Qué pasa con el suelo después de los incendios? Parte 1

Sé que este tema será polémico, porque hay muchos agricultores, agrónomos y hasta biólogos que piensan que pueden utilizar el fuego como una herramienta de desmonte, o para el desmalezado, para obtener rebrotes de pasturas tiernas, o lo que sea, y han acuñado expresiones para mi gusto muy poco afortunadas, tales como «fuego controlado».
Como si el fuego estuviera tan bien dispuesto, como para someterse a controles de alguna clase. Como si no bastaran un par de chispas desacatadas para generar un infierno sin reglas fijas de propagación, cosa que nos ha tocado comprobar de la manera más dolorosa en estos días pasados.
Por eso, mi personal opinión es que se debe dejar a la naturaleza el exclusivo «copyright» de los incendios, ya que por sí misma encuentra muchas maneras de generarlos, sin que tenga que venir también el hombre a meter la cuchara.
Pero una vez fijada mi propia postura al respecto, y a sabiendas de que existen esas opiniones profundamente arraigadas que se manifiestan pro «manejo del fuego», creo que los acontecimientos recientes ameritan un análisis tan objetivo e integral como sea posible.
Mi área de conocimiento no comprende el subsistema suelo-planta, sino otro mucho más geológico que se centra en la interfase: geosferas-suelo.
Por esa razón, no voy a abordar el tema a nivel de lotes, que en determinadas situaciones pueden «sacar provecho» del incendio, y a nivel de los cuales se suelen utilizar esas expresiones como «manejo, uso o gestión del fuego».
Mi abordaje es mucho más sistémico, y a otra escala, donde la cosa cambia por completo. Entonces, lo primero que se debe reconocer es que el sistema sometido al fuego es complejo, y los resultados sobre él exceden el simple desmalezado, o desmonte.
Por eso el tema a tratar será extenso y comprenderá mínimamente dos posts. En el de hoy, haremos foco en el suelo, pero en el siguiente, saldremos de este subsistema, para meternos con el resto de los procesos y subsistemas afectados, respondiendo preguntas como:
¿Qué otros procesos geomórficos se ven alterados?
¿Qué pasa con los cauces fluviales?
¿Qué pasa a nivel de cuencas?
¿Qué pasa con las aguas infiltradas?
Ahora volvamos atrás, y comencemos con el suelo, pensado, repito, como un cuerpo integrante del paisaje geológico, y no solamente como el soporte de tal o cual cultivo. Por esa misma razón, no pretendo darle una carga valorativa a este análisis. Me referiré a los cambios, sin llamarlos buenos ni malos, porque cada quien podrá evaluarlos de diferentes maneras.
¿Qué partes del suelo son las más afectadas?
Al hacer esta pregunta estamos asumiendo que el suelo todavía está, porque el incendio es reciente, pero ojo, como verán en el siguiente post, hay situaciones en que una afectación indirecta es la pérdida del cuerpo pedológico entero, o su parcial decapitación, por efectos erosivos posteriores.
De todos modos, si hay todavía suelo, porque éste había tenido un desarrollo suficiente -que no siempre es el caso en los ambientes serranos- como para tener un espesor no despreciable, sus horizontes (nombre que se le da a las capas que lo componen) superficiales serán los más alterados, mientras que los más profundos no tendrán tan importantes cambios.
Esto es así porque el material combustible está esencialmente por encima de la superficie, y es específicamente la vegetación en su mayor parte.
Conviene recordar que la combustión es en esencia una oxidación muy rápida y con gran desprendimiento de calor, y no otra cosa. Así, pues, la presencia de oxígeno libre es imprescindible, y éste en el caso del suelo está contenido en el aire que, a su vez, se encuentra en los poros de mayor tamaño disponibles. Y digo disponibles, porque a veces algunos de ellos están ocupados por agua, con lo cual la cantidad real de oxígeno que puede participar en una combustión es comparativamente exigua.
Por eso, repito lo que se quema -en un sentido estricto- está por encima del suelo, y nunca muy profundamente contenido en él.
Pero, ojo, que aunque no haya presencia de llama, la temperatura obviamente asciende hasta niveles en que numerosos cambios ocurren, de todas maneras, también a cierta profundidad.
Y es allí, donde los componentes del sistema completo se modifican y eso nos lleva a la siguiente pregunta.
¿Qué componentes del suelo sufren más alteraciones?
Permítanme presentarles, en la figura 1, la composición generalizada y básica del suelo.
Observen por favor, que ésta es una instantánea, por decirlo de algún modo, de manera que a lo largo del tiempo, los porcentajes son bastante variables, y así por ejemplo, si entra más agua al sistema, lo hace a expensas del aire que desaloja de los poros, y viceversa. Vale decir que esta figura sólo pretende manifestar la abundancia relativa de los diversos componentes en el suelo.
Y así, podemos notar que la mayor parte de los suelos comunes en áreas no pantanosas, está constituida por elementos minerales, los cuales a su vez resultan relativamente inalterados en el incendio.
Puede haber algunos cambios menores en los minerales, resultantes del aumento de temperatura, tales como la aceleración de los procesos de meteorización química y hasta la desintegración física de algunos otros como las micas, especialmente susceptibles por su laminación.
Dentro de los componentes minerales, cuando el contenido de arcillas es alto, puede ocurrir algún grado de «cocción» medianamente asimilable al que se produce intencionalmente en la alfarería.
Pero, en general, los componentes que más afectados resultan en un incendio, son la materia orgánica y el contenido de agua.
Y cuando hablamos de materia orgánica, no hacemos referencia solamente al humus sino a toda la fauna y flora que tiene participación activa en los procesos que hacen del suelo un sistema que puede usarse como recurso.
Así, por ejemplo, todo el sistema radicular, las bacterias, las lombrices, algunos insectos y hasta pequeños animales cavadores, mueren durante un incendio, o si la suerte los acompaña, huyen del lugar, que pierde las características derivadas de su actividad.
Respecto al contenido de agua, en general es evaporada durante el incendio, lo cual es si se quiere un cambio temporario, porque a la larga volverá a condensarse en algún momento y precipitará sobre el suelo, con consecuencias que veremos en el post siguiente.
¿Qué propiedades del suelo cambian?
A pesar de que pocos componentes cambian, su rol en la dinámica del sistema es tan importante, que las propiedades del suelo en su conjunto se ven profundamente afectadas.
Por ejemplo, las arcillas y el humus que se «cocinaron» son los elementos que definen la Capacidad de Intercambio Catiónico (C.I.C.) del suelo. Y esa propiedad no es para nada irrelevante, porque cuanto más alta sea esa capacidad, más nutrientes quedan retenidos en el suelo para responder a la demanda de la vegetación en los momentos oportunos.
La alteración de esa variable incide de manera directa en la fertilidad.
La porosidad y permeabilidad del suelo, por otra parte, que definen la posibilidad de circulación de aire y agua, vitales para la salud de las plantas, se ven también afectadas, porque parte de la porosidad es precisamente el resultado de las acciones de los organismos. En efecto insectos y pequeños animales cavadores remueven el material de manera que generan lo que se conoce como porosidad secundaria o biológica.
También las estructuras se ven afectadas, porque también dependen de la disponibilidad de cationes y materia orgánica, entre otras cosas.
Las estructuras, a su vez inciden en muchas otras propiedades, como la posibilidad de penetración de raíces entre otras.
La afectación de estructuras, porosidad y permeabilidad pueden generar en el suelo, como parte integrante del paisaje, una condición que se conoce como «hidrofóbica», que tiene luego otras consecuencias que veremos el lunes próximo.
En instancias posteriores, la presencia de cenizas pueden también cambiar el pH del suelo, que tiende a ser más ácido. Pero este tema será motivo de otro post en el futuro por su capital importancia.
El tiempo de residencia de determinados compuestos en el suelo también cambia, pero en este punto, he leído artículos agronómicos que tanto se rasgan las vestiduras al respecto, como lo consideran un «beneficio» tan importante como para insistir en aquello del «uso del fuego».
Mi personal apreciación es que en cada caso la valoración depende del uso del suelo. Pero vuelvo a insistir en que yo no lo estoy pensando aquí como un bien de uso en la escala de un lote, sino como parte de un sistema muchísimo más complejo, y por cierto más grande, razón por la cual no hago lecturas agronómicas (además de que no sé un pomo de agronomía).
¿Puede el suelo recuperar su condición inicial? ¿En cuánto tiempo y en qué grado?
Bueno, en este punto, deberán ustedes recordar los conceptos de resistencia y resiliencia que les he presentado en otro post, y que por eso mismo no me parece necesario repetir aquí.
De todas maneras, recordemos que lo que aquí se ha degradado en estos voraces incendios ha sido el sistema ambiental en su conjunto, y el suelo sólo es uno de sus componentes.
Puede que el suelo sea más o menos resiliente, según la interacción de numerosos factores, como la colonización más o menos espontánea por parte de nueva vegetación; (digo esto porque es a esa parte a donde se apunta cuando se habla de «medidas de remediación»); las condiciones climáticas, el relieve involucrado; el tamaño del área afectada, etc., etc., pero el sistema mucho más complejo del que el suelo forma parte, se encontrará en un nuevo estado de equilibrio seguramente muy precario, por mucho tiempo.
Y muchos de los elementos que se perdieron no se recuperarán jamás, porque, por dar un simple ejemplo, y volviendo a la materia orgánica, no olvidemos que lo que se pierde no es solamente lo que ya estaba en el suelo, sino también aquello que ya no va a incorporarse a él, porque se ha convertido en cenizas, en lugar de compuestos capaces de generar nuevos contenidos húmicos.
Recuerden que este post tiene una continuación el próximo lunes.
Si este post les ha gustado como para llevarlo a su blog, o a la red social, por favor, mencionen la fuente, porque esta página está registrada con IBSN04-10-1952-01.
Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post la he tomado de este sitio de la red.
