Una carrera joven en la Universidad Nacional de Córdoba
El viernes 3 de noviembre de 2017, se realizó la presentación de la carrera de Doctorado en Energías Renovables ante CONEAU, en cogestión entre la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) y la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FaMAF) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FACEN) de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA) y el Centro Regional Universitario Córdoba-IUA de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF).
El Doctorado se enmarca dentro del Programa Estratégico de Formación de Recursos Humanos en Investigación y Desarrollo (PERHID-REDES), instrumentado por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Con el propósito de promover la creación e implementación de la carrera de Doctorado en Energías Renovables, se suscribió un acta acuerdo entre la UNC, la UNCA y la UNDEF y la firma de un convenio específico entre las facultades de las Universidades implicadas en el proyecto del Doctorado.
Para averiguar el estado actual de la carrera, dirigirse a cualquiera de las entidades mencionadas en el texto.
¿Es siempre la agricultura sinónimo de deforestación?
Cuando uno reconoce a la agricultura como el motor que da vida a numerosos pueblos del interior de éste y todos los países; y como una actividad irrenunciable, porque es generadora de los alimentos sin los cuales la vida humana es inconcebible; su demonización permanente como sinónimo de «destrucción de bosques y montes», provoca inevitablemente una rebelión, y una consecuente necesidad de aclarar algunos puntos.
Hablemos pues un poco de ese preconcepto de que la actividad agrícola significa necesariamente deforestación masiva.
¿Qué es la agroforestería o agrosilvicultura?
La palabra agroforestería es un anglicismo, que surge de la traducción directa de la palabra inglesa «agroforestry», y que se ha impuesto por el uso, como sinónimo de la palabra más castiza, agrosilvicultura.
Cualquiera sea la designación que se elija, se trata de un sistema productivo integrador, en el que árboles, ganado y pasturas comparten la misma unidad productiva con los cultivos agrícolas tradicionales.
Recordemos, para una mejor comprensión, que la silvicultura (del latín silva = selva o bosque, y cultura= cultivo) es la disciplina que se ocupa del manejo de las masas forestales, de manera que se garantice una producción continua, y sobre todo sostenible, de los recursos como leña, madera, frutos, etc., que los ecosistemas boscosos pueden proveer.
Cuando se complementan en el mismo modelo productivo la agricultura y la silvicultura, surge esta nueva práctica, que da por tierra con el ahora obsoleto concepto de que el avance de la frontera agrícola significa deforestar masivamente.
¿Desde cuándo se practica?
Durante generaciones enteras, los agricultores consideraban que los árboles debían ser eliminados de los campos de cultivo, pues se los entendía como serios competidores de las otras plantas por la luz, el agua y los nutrientes.
Pero ya desde los años noventa, los árboles fueron rehabilitados, al comenzar a reconocerse su utilidad, que excede con mucho la mera calidad de recurso maderero, o frutícola, eventualmente.
Sin embargo, todavía hoy, la agrosilvicultura es una disciplina en desarrollo, con mucho más para dar de lo que hasta el momento se le acredita.
¿Cuáles son los principios clave de la agrosilvicultura?
Comencemos por decir que la combinación de la silvicultura y la agricultura- que genera un uso del territorio más completo, productivo, y sostenible- puede realizarse de dos maneras: adjudicando a cada elemento espacios complementarios, o bien en una secuencia temporal en que se alternen los dos aspectos.
En general, la agrosilvicultura tiene por objetivo garantizar dos principios básicos:
- asegurar la persistencia de la biomasa- en la cual la parte arbórea es fundamental- tanto en volumen como en calidad.
- apuntar al uso múltiple de la tierra, lo que mejora su productividad, y al mismo tiempo hace toda la explotación sostenible.
Son los principales beneficios de este sistema:
- La protección física del suelo contra la erosión eólica, pues los árboles y arbustos constituyen una barrera muy efectiva que disminuye la velocidad del viento, y con ello su agresividad como agente capaz de arrastrar las partículas edáficas.
- La protección también contra la erosión hídrica, porque se suma evapotranspiración en la biomasa arbórea, con lo cual, es menor la cantidad de agua que escurre y actúa como agente erosivo.
- Hay también un efecto que podría parecer contradictorio, si no se lo analiza en el contexto. Campo adentro, los cultivos resultan más protegidos contra una excesiva evapotranspiración, porque la barrera de árboles evita el efecto de desecación que produce el viento al remover el aire saturado de humedad. Esto hace que la productividad aumente con la mayor disponibilidad de agua en el suelo.
- De las interacciones antes expuestas, resulta un efecto morigerador sobre el microclima, ya que se atenúan sus extremos.
- La biomasa con mayor diversidad posibilita un mejor reciclaje de los nutrientes, aumenta su calidad y cantidad.
- También hay diversificación de la producción, con su consecuente impacto favorable en la economía, ya que se suman a los cultivos estrictamente tradicionales (cereales, oleaginosas, etc.) otros recursos explotables como madera, leña, frutas, hongos, etc.
¿Cuáles son sus limitaciones?
Básicamente dos son los aspectos que todavía hoy no se han atendido debidamente: por un lado, el conocimiento científico tanto en relación con los usos posibles de los muchos productos disponibles en los bosques, como con respecto a un seguimiento estadístico de sus posibles rendimientos.
Por el otro, falta una educación que oriente a los agricultores hacia nuevas perspectivas, donde se entienda que resignar pequeños montos en la ganancia de hoy, puede redundar en una enorme ganancia en la sostenibilidad del sistema.
Como conclusión final, repetiría lo que dije para la minería en su momento, pero aplicado ahora a la agricultura. No es ni un ángel ni un demonio, todo depende del grado de responsabilidad con que se la ponga en práctica.
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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
Una explicación científica sobre la «grieta» que afecta a barrios de Diamante, Entre Ríos, Argentina.
En días recientes, hemos venido escuchando diversas interpretaciones periodísticas acerca de «la grieta que amenaza a la ciudad de Diamante». Es hora de explicar algunas cosas. Vamos a ello.
¿Dónde queda Diamante?
Diamante, también conocida como Ciudad Blanca, debido a la coloración que el alto contenido silíceo confiere a su suelo arcilloso, se recuesta sobre la margen izquierda del Río Paraná, en el este de la provincia de Entre Ríos. Es el municipio cabecera del departamento Diamante, que abarca la localidad homónima y un área rural. La ciudad misma comprende un radio urbano de aproximadamente 4,18 km.
Aguas arriba de la ciudad de Diamante, el Río Paraná¡ presenta una muy limitada navegabilidad, por lo cual el puerto de Diamante es el último puerto de ultramar del mencionado río, y el único perteneciente a la provincia de Entre Ríos.
El fenómeno al que haremos referencia hoy, afecta a la urbanización del extremo oeste de la barranca, es decir, al barrio San Roque, próximo a la imagen del Cristo Pescador.
¿Cuál es el fenómeno que se está produciendo?
Contra lo que el mal uso del término «grieta» parece indicar, no se trata de un evento tectónico, ni es en definitiva una falla o una ruptura de materiales rocosos. Lo que tiene lugar es un fenómeno de remoción en masa, asociado en este contexto a las dinámicas fluvial y pluvial, ambas de origen superficial. En otras palabras, el río y las lluvias actúan sobre factores predisponentes, para generar los deslizamientos y derrumbes que son procesos recurrentes en las localidades de la costa del Paraná.
La zona afectada en los episodios recientes alcanza ya más de 130 metros de largo y 40 metros de profundidad, pero muy probablemente se continuará extendiendo.
Para ser más específicos, lo que se está presenciando es el desmoronamiento de paredes inestables en la terraza baja, lo que a su vez descalza las terrazas más altas, donde se hace muy visible la cicatriz del desprendimiento, al que la prensa ha dado en llamar, o mal llamar, «grieta».
El desmoronamiento de las barrancas en la terraza baja se asocia directamente con la erosión provocada en la planicie de inundación, por el régimen de crecidas del propio río.
Al propio tiempo, tanto en las terrazas bajas como altas, otro proceso que dispara el derrumbe se debe dominantemente a las aguas pluviales que discurren de forma temporaria, cayendo por los desniveles y generando a los pies de cada salto, el fenómeno de cavitación que he explicado en detalle cuando les presenté la dinámica de las cárcavas.
¿Por qué ocurre esto específicamente allí y ahora?
Esencialmente por la confluencia de numerosos factores naturales y artificiales. Los terrenos son en la zona muy poco consolidados, ya que en ellos dominan materiales sueltos y finos como arcillas y arenas, de escasa estabilidad en las pendientes ribereñas. Son también factores naturales, la abundancia de lluvias y la alternancia de bajantes y crecientes, propias de la dinámica fluvial, y el aporte de las aguas subterráneas regionales.
Entre los factores antrópicos se cuentan la deforestación asociada a la ocupación urbana, las vibraciones del tránsito vehicular sobre la barranca, la descarga de agua sin control alguno, desde los asentamientos junto a las barrancas, y la alteración de las vías de escurrimiento naturales, cuando se diseñan los barrios, o éstos crecen de manera espontánea.
¿Qué puede esperarse en el futuro?
Me encantaría poder decir lo contrario, pero estos fenómenos sólo evolucionan profundizándose en el tiempo, si no cambia el conjunto de los factores ya mencionados. Corregir sólo alguno, no desactiva el sistema, que es de por sí muy complejo.
¿Qué acciones podrían tomarse?
Podrían construirse estructuras para proteger el talud, con coberturas de membranas flexibles, o puede inyectarse cemento para frenar los deslizamientos superficiales, drenar el agua en la base del suelo arcilloso, o colocar gaviones con mallas rellenas de piedras que protegen del embate directo del agua, ya sea fluvial o pluvial.
Pero todas las estrategias son costosas y dan respuestas temporarias, porque antes o después, las defensas artificiales sucumben también ante la dinámica natural.
La única forma efectiva de preservar vidas y bienes es delimitar una franja de restricción desde el borde de la barranca hacia adentro, en toda la extensión de la cual se prohíba la ocupación permanente y, con más razón, la construcción de viviendas.
De hecho, bastaría con exigir el cumplimiento efectivo de una ordenanza ya existente, y penalizar su violación.
Dicha ordenanza es la N° 115/79, que prohíbe la construcción en toda la zona afectada por este proceso, y que data de 1979, como su designación lo indica. Fue promulgada un año después del derrumbe que destruyó la escuela nacional N° 211.
Entre los antecedentes y fundamentos de la ordenanza, se menciona un relevamiento, realizado por la Dirección de Minería dependiente del Ministerio de Obras Púºblicas de Entre Ríos, en el que «se recomienda no permitir el realojamiento en el área ya que existe un equilibrio inestable», y en el que se aclara que «es importante citar que este límite (el de riesgo de derrumbe) es provisorio pues se modifica constantemente ante nuevos desmoronamientos».
Lamentablemente, esa ordenanza es letra muerta, porque la gente volvió a vivir en esos lugares, hoy nuevamente afectados por la misma dinámica.
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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post es de Clarín on line.