El perro «comepiedras»

En un post de hace ya mucho tiempo, prometí contarles los diez momentos más placenteros de mi trabajo de campo.

Entre ellos se cuenta la inesperada y bienvenida visita de un perro asilvestrado, que me regaló un largo momento de recreo y distensión.

Esto ocurrió cuando estaba en las proximidades de Anizacate, realizando un peritaje para un comitente privado. Durante mi pausa de medio día, cuando estaba disfrutando de un vaso de Coca y un emparedado, apareció, sin saber yo de dónde, un perro de color canela y sumamente amigable.

Después de compartir mi almuerzo con él, se me ocurrió tirar una piedra y él corrió a buscarla para dejarla luego a mis pies. Era una clara invitación al juego, que por supuesto no desdeñé ya que. como saben- los perros son mi debilidad.

Así pasamos un largo rato, hasta que no sé cómo ni por qué, mi ocasional amigo se tragó una piedra, y ya no me atreví a seguir el juego por las dudas volviera a hacerlo. Eso marcó mi regreso al trabajo, con él, correteando no muy lejos.

Abstraída en mis mediciones, ni siquiera me di cuenta del momento en que desapareció como había venido, pero le debo el grato recuerdo de una siesta entretenida y en buena compañía, en un paisaje bucólico, con un día luminoso y cálido de una belleza excepcional. Pero fue su presencia la que grabó en mi memoria esa tarde diferente y placentera.

Un abrazo y hasta el lunes con un post científico. Graciela.

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