El gaucho y el teodolito.

gauchoEste post implica una anécdota divertida, de entre las muchas que tienen lugar en el campo.

Lo que paso a contarles es de la época en que yo era todavía estudiante y habíamos ido a una zona bastante aislada, en el interior provincial, a realizar- entre otras cosas- una práctica de manejo de teodolito.

Por supuesto, se trataba de una época en que todavía no contábamos con cámaras digitales o celulares inteligentes, de modo que cuidábamos cada foto que tomábamos, porque los rollos eran caros, y otro tanto pasaba con la revelación de la película.

Cuando estábamos en eso, con un compañero manejando el teodolito, y otro a cierta distancia acomodando la mira en los sitios de interés, apareció de quién sabe dónde, un gaucho a caballo, con sus mejores galas, que nos saludó muy respetuosamente, diciendo que nos había visto por la mañana y nos había observado en nuestro trabajo.

«Ahí me fui pa’l rancho a ponerme mejor pilcha- nos dijo- antes de venirme p’a este lado a saludar».

Todos asumimos que nuestra presencia era todo un acontecimiento en su vida aislada, y le dimos un poco de conversación, mientras seguíamos en lo nuestro.

Como era un hombre bastante mayor, no queríamos ofenderlo dándole indicaciones, pese a que entorpecía bastante la tarea, porque se ponía con su caballo, invariablemente en la visual del aparato, y nuestro «mirero», tenía que desplazarse de un lado a otro según las señas del responsable del teodolito, que no podía anotar las lecturas, porque siempre se le cruzaba el gaucho en el medio.

Después de un rato de esta loca coreografía, en la que el mirero se corría a un lado, y el jinete hacía exactamente el mismo movimiento, siempre interrumpiendo la visual del teodolito, arrojamos la toalla, porque todo se demoraba muchísimo, y decidimos hacer un recreo hasta que ese buen hombre volviera a lo suyo.

Hucimos pues un alto e invitamos al gaucho con unos criollitos y café del termo, conversamos unos minutos más, y finalmente él decidió marcharse, pero no sin antes pedirnos con toda amabilidad:

«Cuando vuelvan a venir, ¿me pueden traer las fotos que nos sacaron a mi caballo y a mí esta tarde?»

¡Y por fin entendimos, que el buen hombre estuvo posando todo el tiempo para nuestro teodolito!

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Un abrazo y hasta el lunes. Graciela.

P.S.: La imagen que ilustra el post es de esta página.

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