El calor interno de la Tierra, parte 2

imagenvolca1Siendo ésta la segunda parte de un tema, es obvio que deberán comenzar leyendo el post anterior, si es que no lo han hecho ya antes.

¿Dónde se origina el calor interno de la Tierra?

Como en muchos otros procesos, y mal que le pese a Dayana, la generación del calor no responde a una causa única sino a un abanico de posibilidades y a su eventual convergencia.

Entre las principales fuentes de calor interno pueden mencionarse:

  • Fricción y rozamiento: cuando grandes volúmenes de roca se desplazan unos contra otros, se libera una gran cantidad de calor. Este fenómeno es intuitivamente reconocido por cualquier persona, cuando se frota las manos para calentarlas en un día de invierno.
  • Presión por sobrecarga de materiales: un aumento importante de la presión conlleva también un aumento de temperatura, según un efecto que para el aire se conoce como calentamiento adiabático. Por extensión suele aplicarse el mismo término para igual efecto sobre otras sustancias.
  • Reacciones químicas exotérmicas: se denomina así a las que desprenden calor. Si bien la mayoría de las veces gran parte del calor liberado de esta forma puede estar compensándose con reacciones endotérmicas (las que absorben calor desde el medio), puede en determinados sitios y circunstancias producirse un aumento local de la temperatura.
  • Desintegración de elementos radiactivos: éste es, con mucho, el agente cuyo aporte resulta más significativo para generar calor. En efecto, las reacciones que conducen desde un isótopo inestable a uno estable, implican constantes emisiones de energía que producen aumento sensible en la temperatura.

  • Ascenso del calor del núcleo y manto profundos. Este punto será tema de discusión muchas veces.

¿Esto ocurre en todo el interior terrestre?

Un cálculo sencillo permite establecer que: si por cada 100 m de descenso en la corteza terrestre, la temperatura aumenta 3 °C en promedio, por cada kilómetro habría un aumento de 30° y a los 100 km, con temperaturas de 3000 °C aproximadamente, prácticamente todos materiales estarían fundidos, lo cual no se corresponde con la realidad.

De esta objeción surge la conclusión de que la validez de los conceptos de grado y gradiente geotérmico, (definidos en el post anterior) no puede hacerse extensiva a toda la esfera terrestre, sino exclusivamente a las profundidades más someras.

Esto es así porque los materiales radiactivos, responsables de la mayor parte del calentamiento están efectivamente concentrados a escasa profundidad, haciéndose más raros con el descenso.

Por otra parte, los materiales radiactivos son más abundantes en las rocas ácidas propias de la corteza continental, que en las rocas básicas de la corteza oceánica.

Por esta razón, durante mucho tiempo se especuló que los fondos oceánicos serían deficitarios en calor, hasta que las primeras mediciones directas realizadas en la década del 50, permitieron establecer que esto no ocurría en la realidad.

Muy por el contrario, en determinados lugares (próximos a las dorsales oceánicas) el flujo calórico era más intenso que bajo los continentes.

La explicación de este fenómeno permitió probar la existencia de corrientes convectivas que movilizan los materiales calentados, con lo cual la distribución real del calor no necesariamente responde a las causas originales de generación, sino que tiene un diseño complicado y dinámico, responsable en buena medida de toda la tectónica global.

Es obvio, entonces que serán temas estelares en próximos posts, pero por hoy, los despido, con un abrazo, Graciela.

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2 comentarios para “El calor interno de la Tierra, parte 2”

  • terox says:

    Mirá vos… yo hubiera dicho casi con seguridad que el calor provenía del núcleo…

    Ahora bien, ¿hay algo similar al gradiente calórico (o el grado) pero radioactivo? Digo, tiene que haber entonces una cierta relación entre profundidad y radioactividad…

  • Graciela L.Argüello says:

    No necesariamente Terox, las concentraciones de minerales que generan yacimientos no tienen una relación lineal con la profundidad. Sí hay zonas más ricas y más pobres en determinados elementos, pero no un gradiente mensurable. ¡Sería tan fácil encontrar yacimientos si lo hubiera!

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