Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’

La torre y la muerte, Michael Innes

26122010071Esta vez, les presento la descripción de un aficionado a la Geología, tal como lo visualiza Michael Innes en su libro La Torre y la Muerte, publicado en 1945 en las Ediciones Séptimo Círculo.

…Él sacudió su cabeza, y un rubor lento y profundo cubrió su cara. Resultó que llevaba consigo un libro, la Geología de los Grampianos, y que había adelantado mucho en esta ciencia, aunque su estudio había sido solitario y secreto…

Tal vez se pregunten por qué tenía este personaje tanta vergüenza por su afición geológica, y no puedo menos que aclararles que no se debe a una valoración de la actividad misma, sino al hecho de que se trata de una aspiración tan lejos de sus reales posibilidades (noten que esto se publicó en 1945), ya que el personaje en cuestión es un campesino pobre, que ve en la ciencia geológica lo que se describe en el siguiente párrafo:

…Lindsay no habló en ningún momento, absorto en un texto de Geología. La Geología, descubrí, era su pasión: descendiente de gente atada, generación tras generación, al incensante laboreo del suelo, había hecho de la roca estéril e inmutable, el símbolo de su rebelión….

Con respecto a lo de roca inmutable, podríamos hablar un rato, pero no ahora, claro. Lo que sí vale la pena es aclarar qué es eso de la Geología de los Grampianos.

Los Grampianos son los picos que constituyen un macizo en las Highlands de Escocia, con las máximas altitudes de Gran Bretaña, donde se destaca el Ben Navis, de 1.343 m.

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El peso de la prueba, de Michael Innes

pict0040Hoy comparto con ustedes el primer párrafo de una novela de Michael Innes, natural de Edimburgo, y por mucho tiempo profesor en la Universidad de Adelaida, Australia, quien obviamente sabía de qué hablaba cuando escribió lo que sigue, extraído de su policial El peso de la prueba.

Si bien la novela fue publicada en la década del 40 (y ya es siglo pasado) conserva -ese parrafito al menos- una sorprendente actualidad.

Rápidamente se llegó a la conclusión de que Pluckrose había sido asesinado. La simple inspección del cadáver patentizaba que sólo había otra posibilidad: la que los abogados llaman intervención divina y, ésta, de una naturaleza abiertamente en contra de todas las leyes naturales. De cuantos tenían relación con el suceso, quizá tan sólo el profesor Prisk consideró la fatalidad tan feliz como para hacer plausible esta explicación. Y sin embargo, entre Prisk y Pluckrose no existía, al menos tal era la opinión general, ningún motivo profundo de animosidad. Simplemente, habían sido obligados a compartir el uso de un teléfono. Así son las antipatías del claustro.

Por si eso fuera poco, bastante más adelante, en la misma novela, escribe:

… Mas el enigma principal lo constituía el mismo Pluckrose. ¿Era su proceder- lo que de éste había salido a la luz- susceptible de alguna explicación racional? ¿O hallábase en lo cierto el vicerrector? Una cosa a recordar sobre los profesores: Se vuelven locos.

A mí me divirtió ¿y a ustedes? Un abrazo, Graciela

El Peso de la Prueba, (el caso del meteorito asesino)

metoritoAsí como alguna vez les traje párrafos de un libro en el que la piqueta es un arma homicida, hoy tomo otros párrafos de El Peso de la Prueba de Michael Innes, donde lo que se usa para matar (o no, según se vea) es un meteorito.

Vean estos parrafitos:

-¿Acaso el meteorito poseería un valor intríseco: un contenido de metales preciosos que lo convirtiese en objeto capaz de excitar la codicia?

-Apostaría a que no. El oro, platino y plata nunca figuran entre los integrantes de los meteoritos, excepto en cantidades despreciables. Por añadidura, este meteorito, que tuve ocasión de ver rápidamente en la tarde de ayer, es de la especie pétrea común: es improbable un alto contenido metálico…

Más adelante aún, el policia a cargo de la investigación se plantea diversos acertijos, con el meteorito como sujeto de análisis, allá van:

¿Por qué asesinaría un hombre en esta forma usando un meteorito que solamente una persona carente de instrucción podría suponer instrumento de desgracia fortuita? Porque, o bien 1) el meteorito era el objeto más manejable; o 2) era el único objeto, o 3) poseía un significado simbólico para el ejecutor y, posiblemente, para una tercera persona; o 4) este meteorito particular provocaba asociaciones calculadas para desorientar o 5) un meteorito, genéricamente considerado, provoca asociaciones calculadas para despistar. La última posibilidad es la más sutil, y Tavender parecía tenerla presente anoche en la velada. (a) Es también posible una combinación de varios de los factores arriba mencionados.

Verán que lo último que escribe Innes, es también en la dirección de la convergencia de causas. (Aclaración para Day)

La imagen que ilustra el post fue tomado del blog de Daniel Marín

Leyenda del Volcán – Miguel Angel Asturias

25c325b1lHubo en un siglo un día que duró muchos siglos.

Seis hombres poblaron la Tierra de los árboles: los tres que venían en el viento y los tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres. Tres estaban escondidos en el río y sólo les veían los que venían en el viento cuando bajaban del monte a beber agua.

Seis hombres poblaron la Tierra de los árboles.

Los tres que venían en el viento correteaban en la libertad de las campiñas sembradas de maravillas.

Los tres que venían en el agua se colgaban de las ramas de los árboles copiados en el río a morder las frutas o a espantar los pájaros, que eran muchos y de todos colores. Leer el resto de esta entrada »

Chesterton y los geólogos

untitledchestUno de mis autores favoritos desde la más tierna infancia es Gilbert Keith Chesterton, de quien siempre quise aprender a mechar el humor, la ironía y la sátira en todo discurso, por muy solemne que pretenda ser.

Y en uno de sus muchos libros de misterio y crímenes, encuentro estas perlitas a través de las cuales describe él a los geólogos, con ese magistral sentido del ridículo que siempre lo caracterizó.

Nótese que el libro del cual tomé los siguientes párrafos (El cuento de Hadas) data del siglo XIX, y en ese contexto deben imaginarse los científicos a los que él, tan graciosamente, alude.

Lamentablemente no tengo una versión original, que seguramente era mejor todavía, sino una traducción, pero allá van los geólogos, vistos a través de los ojos de Lord Chesterton:

…porque debía recibir a ciertos visitantes con quienes realmente deseaba encontrarse. Eran geólogos expertos, enviados para investigar el viejo asunto de la supuesta provisión de oro procedente de las rocas de las inmediaciones; gracias a la cual, según se decía, había podido mantener tanto tiempo su crédito la pequeña ciudad- estado, y negociar con sus vecinos aun bajo el bombardeo incesante de ejércitos más poderosos. Hasta entonces no lo habían encontrado nunca ni las investigaciones más exhaustivas, que hubieran podido…

…Como quiera que fuese, la delegación de distinguidos geólogos y mineralogistas de París y de Berlín había llegado ya, con el atuendo más magnífico y adecuado, porque no hay nadie a quien guste tanto lucir sus condecoracioens como a los hombres de ciencia (como lo sabe cualquiera que haya asistido alguna vez a una velada de la Royal Society)…

Genial, ¿verdad? En premio a tan bellos párrafos, he tomado de Wikipedia una foto de su juventud, en lugar de las muchas de su edad madura, que no lo muestran para nada tan agraciado.

Ahora los dejo, disfrutando del placer de la buena lectura, hasta el lunes, cuando nos pondremos un poco (bueno, tampoco tanto) más serios, después de haber recargado baterías durante el fin de semana. un abrazo. Graciela

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