Archivo de la categoría ‘Anécdotas Geológicas’

Otro de «esos momentos»

Como parte del listado de mis momentos de puro placer en el campo, voy a mencionarles hoy, ese día luminoso y perfecto, en que pude poner un pie a cada lado de una divisoria de aguas.

Luego de un largo ascenso, nos vimos de pronto en la cima misma de un cerro que separaba claramente las aguas que discurren en dos direcciones opuestas. Poner un pie en cada una de las dos nacientes de ambas cuencas fue maravilloso, por varias razones. Por un lado la divisoria se alza a alrededor de los 1250m, lo cual es bastante accesible, por otra parte, la cumbre donde pude pararme es de un perfil tan estrecho que permite «montarse» sobre su filo, Y por fín, fue una de las tardes más límpidas, cálidas, soleadas y sin viento que recuerdo. Un día, en suma, perfecto, y una pausa inolvidable que permitía disfrutar el paisaje en 360° sin impedimento alguno. Ni siquiera una nube, o bruma o niebla que desdibujara la definición de ese maravilloso momento.

Eso fue en la zona de la Reserva de Vaquerías, que administra la Universidad Nacional de Córdoba, donde estábamos dirigiendo el Trabajo Final de una alumna.

Parece poco, pero son ésos los momentos que por la causa que sea se graban en la memoria, y se atesoran para siempre.

Un abrazo y hasta el lunes. Graciela.

P.S.: Sobre la parte científica de esa divisoria ya vendrá otro post. Hoy sólo quiero saborear despreocupadamente el recuerdo…

P.P.S.: La foto es de Instagram, de este sitio.

Un pie a cada lado

Entre las situaciones más placenteras que recuerdo de mis días de campo, la posibilidad de observar el paisaje a uno y otro lado de una parte de las Sierras Chicas, en las proximidades de Vaquerías, se cuenta como inolvidable.

La sola sensación de pararse con un pie a un lado de la divisoria local de aguas, y el otro al otro lado, cabalgando la arista del cerro, es una sensación especial. Y la belleza del paisaje suma sin duda al disfrute del momento.

No creo que esa paz, esa admiración y ese silencio puedan expresarse en palabras, ojalá pudiera compartirlo mejor. No siendo el caso, en algún momento abordaré el aspecto más científico del lugar.

Hoy sólo quiero dejarles un sabor, una nostalgia, un recuerdo imborrable…sólo eso.

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

Una vieja anécdota docente

Esto ocurrió en 1975, cuando yo tenía apenas 23 años, y como había sido Medalla de Oro de mi promoción, había ingresado de manera casi inmediata a la docencia, como parte del premio.

Ya en 1974 había tenido el primer cargo en la Universidad Nacional de Córdoba, y desde allí fui reclutada por el fallecido Geólogo Hugo Tomasino, quien fue el creador de la carrera de Geología en la Universidad Nacional de Río Cuarto, para acompañarlo en esa loca aventura, de la que alguna vez hablaré, cuando deje de doler el desagradecimiento de esa institución.

Pero hoy quiero contarles algo gracioso, porque es viernes.

Era pues por entonces, Profesora adjunta a cargo de la materia Geología General, recién inaugurada en la UNRC, y por entonces fumaba como un murciélago, vicio que abandoné abruptamente con mi primer embarazo.

En esa lejana época, no estaba prohibido ni mucho menos fumar en sitios cerrados ni en las aulas. Y yo era casi tan jovencita como mis propios alumnos, (hasta tenía algunos mayores que yo). En ese contexto, se desarrollaba una clase teórica, y en un breve silencio, en el que tal vez yo preparaba diapositivas o no recuerdo qué hacía, se escuchó la voz de un alumno que a todo pulmón dijo:

-¡Si fueras mi novia, yo no te dejaría fumar tanto!

Ahí estuve a punto de caerme de espaldas, pero en medio de las risas y el desorden consecuente que se apoderó del aula, sin perder un  minuto, le repliqué.

-Entonces no hay ningún peligro de que deje de fumar… – y seguí con el tema.

Pero todavía hoy – aunque lo hago con una sonrisa- recuerdo esa anécdota como uno de los momentos más incómodos que me tocó sobrellevar en tan largos años de docencia.

Cosas que pasan…

Un abrazo y hasta el próximo lunes, con un post científico. Graciela.

La foto no es de esa época, porque no tuve ganas de escanear viejos papiros…jejeje. Es de las recientes que tengo en la compu.

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Un festejo

Hoy paso solamente a contarles que el martes 24 de mayo, se hizo efectiva una iniciafiva de la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, que yo sigo llevando en el corazón, y que por eso me tuvo allí ante su convocatoria.

Se trató de un homenaje a los que hemos egresado hace cuarenta años o más, que se materializó en un diploma, y en la oportunidad del reencuentro con muchos ex compañeros que hacía mucho no veíamos.

La foto que les presento es del momento en que -barbijo mediante- subí al escenario a recibir mi cartoncito, y el saludo de gente querida.

Por supuesto, luego, algunos que seguimos siendo muy cercanos en el cariño, fuimos luego a cenar, pero eso ya es otro tema…

Un abrazo y hasta el lunes con un post científico. Graciela.

El perro «comepiedras»

En un post de hace ya mucho tiempo, prometí contarles los diez momentos más placenteros de mi trabajo de campo.

Entre ellos se cuenta la inesperada y bienvenida visita de un perro asilvestrado, que me regaló un largo momento de recreo y distensión.

Esto ocurrió cuando estaba en las proximidades de Anizacate, realizando un peritaje para un comitente privado. Durante mi pausa de medio día, cuando estaba disfrutando de un vaso de Coca y un emparedado, apareció, sin saber yo de dónde, un perro de color canela y sumamente amigable.

Después de compartir mi almuerzo con él, se me ocurrió tirar una piedra y él corrió a buscarla para dejarla luego a mis pies. Era una clara invitación al juego, que por supuesto no desdeñé ya que. como saben- los perros son mi debilidad.

Así pasamos un largo rato, hasta que no sé cómo ni por qué, mi ocasional amigo se tragó una piedra, y ya no me atreví a seguir el juego por las dudas volviera a hacerlo. Eso marcó mi regreso al trabajo, con él, correteando no muy lejos.

Abstraída en mis mediciones, ni siquiera me di cuenta del momento en que desapareció como había venido, pero le debo el grato recuerdo de una siesta entretenida y en buena compañía, en un paisaje bucólico, con un día luminoso y cálido de una belleza excepcional. Pero fue su presencia la que grabó en mi memoria esa tarde diferente y placentera.

Un abrazo y hasta el lunes con un post científico. Graciela.

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