¿A qué se llamó «la fiebre del oro»? Parte 1.

El tema de hoy tiene mucho de historia, pero también de leyenda, de comedia y de tragedia.

Vale la pena, no lo duden, pero precisamente porque el tema es tan interesante y extenso, lo dividiré en dos partes, la segunda de las cuales subiré el próximo lunes.

¿A qué se llamó la fiebre del oro?

Históricamente se conoce como «fiebre del oro» al fenómeno por el cual se produce una migración acelerada y masiva de emprendedores independientes hacia áreas en las que se informa sobre algún descubrimiento notable de oro, cuyo acceso es relativamente fácil.
Numerosos son los factores que influyen para que ocurran migraciones multitudinarias movilizadas por el alumbramiento de oro. Algunos de los que concurrieron en el S XIX fueron:

  • La mejoría comparativa en los medios y vías de transporte y comunicación.
  • Dificultad para una inserción económica y social en el lugar de origen.
  • La propagación en el imaginario popular de que ciertos resultados casi mágicos en materia de evolución personal, son solamente posibles, en tierras remotas. («Nadie es profeta en su tierra»).
  • El valor intrínseco del oro, como patrón monetario y como mineral útil en muchas aplicaciones más allá de la joyería.

El primero de estos factores fue característico del S XIX, pero los otros permanecen aún hoy, razón por la cual aunque sea con características muy diferentes, hay todavía lugares que son polo atractivo de migraciones de buscadores independientes, como Alaska y Australia.

¿Cuándo y dónde se produjo la fiebre del oro?

Pese a que se habla de la fiebre del oro en singular, los episodios que podrían denominarse así, fueron numerosos y comenzaron hace varios siglos.

De hecho, el primero de los antecedentes data de varios siglos antes de Cristo, en la antigua Grecia, cuando Jasón y sus argonautas- según se cuenta en crónicas legendarias- partieron en su nave «Argos» hacia la Cólquida, (reino mítico ubicado en lo que hoy es Giorgia, en la costa del Mar Negro) en un viaje plagado de aventuras, buscando el Vellocino de Oro«.

Más adelante, la búsqueda de El Dorado, que funcionó como motor de la conquista española en América, bien podría considerarse también una fiebre de esa clase, pero aun sin tomar los dos ejemplos anteriores en cuenta, los primeros «pulsos febriles» ya datan del Siglo XIV.

No obstante, probablemente la más conocida de las migraciones motivadas por la búsqueda de oro, es la que se produjo en California a partir de 1848, con su pico en 1849.

La razón de esa popularidad es casi seguramente la difusión que se le dio en novelas y películas del lejano oeste, que fueron en sí mismas un género particular.

No obstante, las «fiebres del oro» se sucedieron unas a otras, formando parte de la cultura popular del siglo XIX, con coletazos hasta nuestros días en algunos lugares.

El listado de las más importantes de esas movilizaciones poblacionales es aproximadamente el siguiente:

  • En la segunda mitad del siglo XVI, fiebre de Zacatecas, México.
  • 1631: movilización hacia Parral, Chihuahua, México.
  • 1836 en adelante: migración hacia el sur de los Montes Apalaches, al norte de Atlanta y al oeste de Charlotte, todo en Estados Unidos.
  • 1848 movimiento hacia Carolina del Norte y la más famosa Fiebre del Oro de California.
  • 1850: migración hacia el norte de Nevada.
  • 1856 en adelante, Colorado en Estados Unidos.
  • 1858 Fiebre del cañón del Fraser también en Estados Unidos.
  • 1861: Otago, Nueva Zelanda.
  • Entre 1860 y 1870, este de Oregon.
  • 1863, Montana.
  • 1880. Zona de El Oro en México.
  • 1883. Tierra del Fuego, Argentina y Chile.
  • 1886, la fiebre del Transvaal (Sudáfrica) fue una de las más cruentas, ya que contribuyó a fogonear la Guerra de los Boers.
  • 1888 hasta 1930: Las Juntas de Abangares, Guanacaste, en Costa Rica.
  • 1896, es también una de las dos más conocidas y ocurrió en Klondike, en el Río Yukón, Canadá.
  • 1898. Alaska, que comienza como una continuación de la de Canadá, afectando al mismo distrito geológico, y que sigue en cierto modo todavía vigente.

Son los pulsos febriles de California y los dos últimos mencionados, los que quiero comentarles en este post, porque son los que adquirieron más notoriedad y están rodeados de un halo de aventuras, tragedias y hasta romanticismo.

¿Cómo se desarrolló la fiebre del oro en California?

El 24 de enero de 1848, James Marshall, capataz del rancho Sutter’s Mill, cuyo propietario, el general John Sutter, poseía una concesión sobre casi 20.000 hectáreas con los mejores suelos agrícolas de California, inspeccionaba un canal de desagüe que conducía al Río American, cuando descubrió en el lecho de este último, algunas pepitas de oro.

Al conocer este hecho, Sutter- de quien la leyenda cuenta que esa misma noche desenterró con su navaja una pepita de 43 gramos de peso- supo que estaba ante lo que podía ser su fortuna o su desgracia, y trató de mantener la noticia en secreto.

Sin embargo, como los obreros que acompañaban a Marshall en el momento del hallazgo esparcieron rápidamente el rumor, no pudo evitarse que el 15 de marzo, el periódico The Californian publicara la noticia, firmada por Samuel Brannan, que abandonó el periodismo para poner un alamacén para abastecer a los cazafortunas que sabía que llegarían muy pronto.

Se cuenta también que Brannan corrió por las calles de San Francisco, con un frasco lleno de oro y gritando «¡….oro, oro! ¡Oro en el río American!», en un pionero alarde de marketing viral, que le dio un excelente resultado, ya que fue uno de los pocos que generó un imperio a partir de sus ganancias.

En ese primer año, fueron los propios lugareños los que abandonaron sus profesiones y oficios (aun los médicos y jueces) y marcharon hacia el río a buscar el metal.

La noticia tuvo un gran impulso cuando el 19 de agosto de 1848, el diario New York Herald la publicó por primera vez en la Costa Este.

El 5 de diciembre de ese año, se oficializó la novedad, cuando el presidente James Polk pronunció un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, en el que incluía una referencia al yacimiento.

La mayor parte de la inmigración interna y externa llegó en 1849, razón por la cual esos aventureros pasaron a la historia con el nombre de «forty-niners».

Los primeros tiempos fueron de bonanza para el pueblo, ya que la abundancia alcanzaba a todos, pero cuando el metal comenzó a escasear y su extracción comenzó a implicar tareas de excavación, costosas en tiempo y dinero, se desató tal ola de violencia relacionada con los robos de que se hacían objeto los mineros entre sí, que el campamento minero que se hallaba al pie de las Sierras recibió el nombre de Hangtown, en alusión a la sumaria justicia que imperaba en la época. Efectivamente Hangtown es la unión de las palabras hang= colgar, y town= pueblo, y ésa era la forma en que se aplicaba muy rápidamente el castigo a quienes cometían delitos.

A todo esto, ¿qué pasó con los descubridores, que muy a su pesar iniciaron la fiebre?

Sutter lo perdió todo, debido a la violenta invasión que sufrió en sus tierras, y terminó viviendo de una pensión que le concedió en 1864, la legislatura de California, por la magra suma de 3.000 dólares anuales.

Marshall intentó encontrar oro vagando por años por la zona, sin conseguirlo jamás. Cuando murió, en 1885, todas sus pertenencias se subastaron por 150 dólares que se usaron para pagar sus deudas.

Debe haber una moraleja en alguna parte, ¿no creen?

Hasta aquí ya es un post bastante largo, en la segunda parte, que sube el próximo lunes, responderé las siguientes preguntas:

¿Cuál es el contexto geológico de los yacimientos de oro de California?

¿Qué es un placer aurífero?

¿Cómo se desarrolló la fiebre del oro en Canadá y Alaska?

¿Cuáles son las caracteríticas geológicas allí?

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post es de este sitio.

3 comentarios para “¿A qué se llamó «la fiebre del oro»? Parte 1.”

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